Carlo Ancelotti se va de Madrid, pero Madrid no se va de Ancelotti. Porque aquí ha sido, es y seguirá siendo feliz y porque su familia ha echado raíces en nuestro país. Carletto no exagera cuando dice que el banquillo del Real Madrid es el mejor sitio del mundo. Y es que aquí es feliz paseando por el centro de la ciudad, visitando museos con Mariann, saliendo a comer a esos restaurantes que tanto les gustan, o cocinando él mismo esa pasta tan celebrada por sus invitados, hijos y nietos.
Ancelotti regresó al Madrid en un momento de su vida en el que entendió que debía disfrutar cada día de los que le quedaban en los banquillos, especialmente si era en uno ‘grande’. Llegó tras dos temporadas en Liverpool donde los empleados del Everton, un club familiar con sabor de esos que tanto gusta a Carletto, se enamoraron de su forma de ser. Recogió a los toffees cuando se asomaba peligrosamente al descenso en la temporada 2019-20 y tras salvar al equipo, se marchó al final de su segundo año dejándolo cómodamente instalado en mitad de la tabla de la Premier.
400 ruedas de prensa y ni un reproche
El italiano regresaba a Madrid, de donde fue cesado en su primera etapa por ser demasiado condescendiente con el vestuario. Su “mano izquierda” le pasó factura después de no ganar ningún título. Florentino tensó la cuerda y él se negó a sacar el látigo y señalar a los jugadores para salvar su puesto en el banquillo. Con el tiempo Pérez ha recapacitado, entendiendo que no encontraría un entrenador para el Madrid con más sentido común e inteligencia emocional que el italiano. Y Carlo ha seguido siendo leal al vestuario y al club hasta el último día.
Ancelotti sabía desde hace meses que el club andaba moviéndose para encauzar el regreso de Xabi Alonso. Y no ha dicho nada. Han sido cuatro años y más de 400 ruedas de prensa en las que ni Florentino ni sus jugadores pueden reprocharle nada. Asumió como suyos los errores, protegió a sus futbolistas y lavó la ropa sucia del club en casa. “Desde que estoy aquí el Real Madrid ha fichado a Camavinga, Rudiger, Tchouameni, Bellingham, Mbappé… ¿Podía pedir más? No”, advirtió hace una semana al ser preguntado si sentía que el club no le había respaldado a la hora de traer refuerzos, especialmente en los últimos años con la racha de lesiones. Fue su último gran servicio al club, con Dean Huijsen anunciado minutos antes, porque la realidad es que el Madrid no le hizo caso cuando pidió hace dos veranos un central y un centrocampista. Hasta dio nombres (Saliba, Akany, MacAllister y Tonali), pero nunca reprochó públicamente a José Ángel y a Florentino que le desoyeran a la hora de fichar.

Carlo Ancelotti, junto a Arrigo Sacchi y Pep Guardiola en un homenaje que se le hizo en Trento / Real Madrid
Su vestuario será quien más le eche de menos. Rudiger no olvidará jamás el día que mientras estrenaba su casa en Madrid con una barbacoa sonó el timbre y apareció Ancelotti con una botella de vino para celebrar con la familia del alemán el advenimiento del nuevo hogar. A Vinícius se lo ha llevado a comer más de una y más de dos veces para tranquilizarlo, como a Rodrygo. Ese trato paternal le ha convertido en algo más que un entrenador. Carlo se ganó el respeto de sus jugadores por lo que calla y por esos detalles humanos que trascienden a lo deportivo y que han confirmado a sus futbolistas que más allá de Ancelotti siempre está Carlo.
La barbacoa con los Rudiger, las comidas con Vini, las charlas con Jude…
Bellingham no terminaba de verse como un goleador, por más que Ancelotti insistió en convencerle. “Tienes cosas de Zidane en el medio, pero también tienes cosas de Kaká al llegar al área. Y eso no podemos desperdiciarlo”, le insistía. Se acaba de marchar Benzema y no llegaría nadie para suplirle. Es curioso, porque el Ancelotti entrenador de sus inicios nunca habría creído en el Jude Bellingham que juega entre líneas. “Recuerdo que en el Parma pude firmar a Roberto Baggio, pero lo paré. Tenía un estilo de fútbol que ponía a los jugadores en las áreas y no tenía mediapuntas. Lo descarté porque tenía a Enrico Chiesa y Hernán Crespo”. El 4-4-2 era innegociable… hasta que apareció Zidane. Quedó tan deslumbrado por la presencia luminosa del francés, que borró su pizarra y comenzó a dibujar otro fútbol. Más flexible, más pragmático, incluso más poético. Esa capacidad de adaptación a los jugadores, y especialmente a los presidentes, le ha convertido en el entrenador más laureado de la élite del fútbol.
Florentino es duro, pero nada que ver con Silvio Berlusconi. En mayo de 2007, el Milan llegó a la final de la Champions en Atenas ante el Liverpool de Rafa Benítez. Era la revancha de la histórica remontada en Estambul, solo dos años antes. Berlusconi se empeñó en que jugase la final Alberto Gilardino, ariete por el que se encaprichó hasta terminar fichándolo del Parma, donde había marcado 24 goles en una temporada. Sin embargo, Carlo tenía otros planes. Filippo Inzaghi solo había marcado dos goles en todo el año en la Serie A, pero Carletto sabía que a ‘Pipo’ se le afilaba el instinto cuando llegaban los partidos grandes. Cuando se anunció que sería titular Inzaghi, Berlusconi llamó de forma destemplada al técnico viniéndole a decir poco más o menos que si no ganaban la Champions, su apuesta por ‘Pipo’ le costaría el puesto. El Milan ganó la final 2-1 con dos goles de Inzaghi, y durante la celebración en el césped los fotógrafos reunieron a Ancelotti con Berlusconi para retratarles con el trofeo. Entonces Carlo dijo: “Esperen un momento. ¡Pipo, ven aquí! El héroe del partido no puede faltar”. Y Berlusconi, a regañadientes, se hizo la foto con Inzaghi por culpa de la retranca de Carletto. Esa imagen ocupa un espacio destacado en casa de los Ancelotti.
Carlo, enamorado del flamenco y contador de chistes impenitente, tanto en español como en italiano, ya no llega a los entrenamientos en helicóptero, como hacía en el Parma, donde se sacó la licencia para pilotarlos. En Brasil volverá a poner a sus jugadores el discurso de Al Pacino en ‘Un domingo cualquiera’ o citará a Roberto Benigni y Robert De Niro, sus actores favoritos. Ahora Ana, su nuera sevillana, tendrá que comprar dos camisetas de Brasil para Leo y Lorenzo, los mellizos. Porque el abuelo y papá se marchan a entrenar “al Real Madrid de las selecciones”, como le gusta decir a Carletto.
En estos días la plantilla andaba armando una despedida a Ancelotti a la altura de todo lo que han vivido juntos. “Nos ha marcado a todos. En lo deportivo y especialmente en lo personal”, confesaba Dani Carvajal. Carlo lloró en su despacho el día que el lateral sufrió la peor lesión posible que se puede tener en un campo de fútbol. También lo hizo el día que Casemiro fue a despedirse antes de partir hacia Manchester. Ahora la vida los volverá a reunir. Seguro que este sábado se le escapará alguna lágrima de emoción al ser despedido en el Bernabéu por su familia. El Madrid pierde un entrenador y el club gana otro madridista.
Enlace de origen : Adiós a Ancelotti: El abuelo se va a entrenar "al Real Madrid de las selecciones"