Adiós a Lea Massari, un soplo en el cine italo-francés de los 60 y los 70

Presencia incontestable del cine europeo de los años 60 y 70, Lea Massari realizó al menos cuatro interpretaciones formidables en cuatro películas muy relevantes: ‘La aventura’ (1960), de Michelangelo Antonioni; ‘Las cosas de la visa’ (1969), de Claude Sautet; ‘El soplo al corazón’ (1971), de Louis Malle, y ‘La primera noche de quietud’ (1972), de Valerio Zurlini. Pero la actriz, fallecida en Roma una semana antes de cumplir 92 años, quedó relegada a un segundo plano en cuanto a las actrices de la modernidad cinematográfica de aquellos años, por debajo de la fuerza incontestable de Monica Vitti, Jeanne Moreau, Gena Rowlands, Anna Karina, Catherine Deneuve, Claudia Cardinale, Delphine Seyrig, Anouk Aimé o Liv Ullman.

En ‘La aventura’, por ejemplo, encarnó a una joven y acaudalada romana, un peldaño por debajo en las tensiones del filme de su mejor amiga, interpretada por Vitti. En ‘Las cosas de la vida’, el personaje de Michel Piccoli tiene un accidente de coche y en el limbo entre la vida y la muerte recuerda las relaciones con su mujer, Massari, y su amante, Romy Schneider, quedando también la italiana en un segundo plano. Distinto sería en ‘El soplo al corazón’, relato parcialmente autobiográfico de Louis Malle sobre un niño que sufre la dolencia que da título a la película y la sensible relación con su madre. Una escena de incesto convirtió el filme en un escándalo, convenientemente refrendado en la taquilla, pero nunca Massari estuvo mejor, tan delicada como lo es toda la película.

En el cine español

La actriz tuvo buena relación con el cine español. Fue la esposa del bandolero ‘El Tempranillo’ en ‘Llanto por un bandido’ (1962), de Carlos Saura; formó pareja con su compatriota Raf Vallone en ‘Volver a vivir’ (1968), melodrama de Mario Camus sobre un exjugador de fútbol, y tuvo una participación menos relevante en ‘El perro’ (1977), relato abstracto de Antonio Isasi-Isasmendi sobre la huida de un preso perseguido por un perro.

Pudo intervenir en películas más o menos interesantes, pero siempre aportó un plus de distinción, de saber estar, generalmente en personajes dramáticos. Pocas oportunidades tuvo en la comedia. Incluso cuando trabajó con maestros italianos del género, como Mario Monicelli y Dino Risi, lo hizo en dramas, ‘Proibito’ (1954), su debut, y ‘Una vida dificil’ (1961), respectivamente. También cultivó el péplum –‘El coloso de Rodas’ (1961), de Sergio Leone– y el spaghetti-wéstern –’Lo quiero muerto’ (1968), de Paolo Bianchi– y trabajó tanto en Francia como en su Italia natal en los tiempos de la coproducción.

Se había retirado del cine en 1990, tras protagonizar con Omar Sharif el drama otoñal ‘Viaggio d’amore’. Además de los títulos citados, dejaba detrás grandes interpretaciones o presencias estimables en ‘Como liebre acosada’ (1972), curioso ‘thriller’ de René Clément interpretado junto a dos Ray estadounidenses, Robert y Aldo; ‘Allosanfan’ (1973), filme de los hermanos Taviani sobre la Revolución Francesa, con Marcello Mastroianni, y ‘Los encuentros de Anna’ (1978), de Chantal Akerman.

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