
Blake defendía que el camino del exceso conduce a la torre de la sabiduría y Brady Corbet parece haberse tomado en serio la sugerencia. El realizador ya apuntaba maneras en «La infancia de un líder», en la que reflexionaba, a golpe de «rabietas»” entreveradas de reuniones de alta diplomacia, sobre las semillas del fascismo, por desgracia muy de actualidad. «The brutalist», una laboriosa tesis sobre la inmigración y el arte, supone su consagración.
Como decía Garci, «qué grande es el cine» en especial si se concibe a lo grande. No hay muchos directores que se atrevan a imaginar películas monumentales, son menos los que logran hacerlas y es residual la cifra de quienes consiguen que el resultado esté a la altura de su sueño. O casi.
Y es casi porque Corbet ha firmado una película magnífica (aunque algo megalomaníaca), pero su paso por los Oscar no le ha dejado vanagloriarse tanto como preveíamos (él y yo). Al final, salió de la ceremonia con tres estatuillas, una media digna de celebrar para cualquiera, pero un resultado que roza lo decepcionante cuando optas a diez porque has filmado uno de los grandes estrenos del año.
En especial, quedarse sin el galardón a la mejor película duele porque «The brutalist», una epopeya personal de un arquitecto visionario en un mundo nuevo en el que los adoradores del dinero están dispuestos a comprar su alma, como símbolo de toda una emigración y su papel en la construcción de Estados Unidos, parece confeccionada para conseguir ese premio. En cambio, la Academia prefirió «Anora», una versión milenial y sexi de «Cenicienta y el príncipe malcriado».
Con aplauso o no de los académicos, reúne varios logros indiscutibles: la película es inmensa; sus protagonistas, excelentes; su música, impresionante; su fotografía, apabullante; su guion, colosal. Además, Corbet ha forzado a los espectadores a pasarse 215 minutos atentos demostrando que es posible lograr que la fascinación no se degrade con el tiempo y con la exposición continua al estímulo.
Su largo metraje no asusta. La primera parte discurre con precisión y ligereza, aunque no prepara para todo lo que vendrá en la segunda tras una pausa para que el espectador estire las piernas y el alma. Si la introducción, los primeros años, concentra presión e intensidad bajo una aparente calma tras unos impactantes títulos de crédito, después la desmesura se desboca y el tono pierde firmeza. Con todo, la media entre las dos mitades sigue siendo excelente.
El resultado final es una vibrante historia que habla del pasado, pero que explica el presente.
Ficha
Dirección: Brady Corbet
Guion: Brady Corbet y Mona Fastvold
Intérpretes: Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce, Joe Alwyn, Raffey Cassidy, Stacy Martin…
Enlace de origen : Ambiciones monumentales