Arranca la negociación sobre Gibraltar mientras el pacto sobre Irlanda empieza a colapsar

Los equipos negociadores del Reino Unido y la Comisión Europea han iniciado este lunes y martes las primeras conversaciones en la que ha sido la primera ronda de negociaciones sobre el estatus de Gibraltar tras el Brexit. Aunque el pacto debería seguir más o menos las líneas maestras marcadas por un acuerdo alcanzado el pasado 31 de diciembre de 2020 entre el Gobierno español y el británico, lo cierto es que el ambiente no podría ser menos constructivo: mientras Bruselas y Londres empiezan a intentar alcanzar un consenso sobre el encaje del Peñón, el delicadísimo Protocolo de Irlanda, que permite que no exista una frontera física entre Irlanda del Norte (provincia del Reino Unido) y la República de Irlanda (Estado miembro de la Unión Europea) y que fue la pieza clave del acuerdo del Brexit, está colapsando.

El Gobierno español y la Comisión Europea querrían que las conversaciones fueran rápidas siguiendo las guías marcadas por el acuerdo alcanzado en diciembre del año pasado entre Madrid y Londres, pero las fuentes consultadas coinciden en que en este momento es muy arriesgado aventurarse a hablar de fechas. Será muy complicado desvincular el ambiente y la actitud en las negociaciones sobre Gibraltar de la máxima tensión que se vive estos días, a medida que el Gobierno británico ha dejado claro que está dispuesto a volar el Protocolo de Irlanda si Bruselas no ofrece concesiones importantes.

Europa Press

El acuerdo entre Madrid y Londres tenía dos objetivos. Por un lado, que la vida de los trabajadores transfronterizos que cruzan a miles cada día la frontera entre La Línea de la Concepción y Gibraltar se viera lo menos afectada posible. Y por otro lado, fuentes diplomáticas siempre han insistido en que el Gobierno español quería aprovechar su posición de fuerza para saldar algunas cuentas del pasado. Cuando España quiso entrar en la comunidad europea, Londres apretó las tuercas a Madrid y obligó a hacer muchas cesiones que han protegido la particularidad del Peñón y le han beneficiado, en ocasiones en detrimento de la comarca del Campo de Gibraltar. Ahora se trataba de “reequilibrar” la situación.

Pero el primer mandato negociador que se conoció en julio prometía muchas dificultades. Uno de los asuntos más sensibles es quién realiza los controles fronterizos a la hora de entrar en Gibraltar, también por el puerto y el aeropuerto. La Comisión propuso este verano que esos controles los realizaran agentes españoles, aunque en el acuerdo del año pasado Londres y Madrid acordaron que los agentes de Frontex, la agencia europea de control de fronteras, podrían tener un papel que jugar.

Bruselas ve con buenos ojos que los Gobiernos de España y el Reino Unido quieran alcanzar un acuerdo rápido y efectivo

Bruselas ve con buenos ojos que los Gobiernos de España y el Reino Unido quieran alcanzar un acuerdo rápido y efectivo, pero no puede permitirse otro agujero en el Mercado Interior ni tampoco en Schengen. Gibraltar disfrutará de un estatus muy especial sin formar parte ni de la Unión Aduanera ni tampoco del espacio Schengen, y eso obligará al Peñón a hacer cesiones para que la Unión Europea pueda asegurarse de que protege sus intereses.

La crisis irlandesa

El Protocolo es un elemento clave porque garantiza que se respeta el Acuerdo del Viernes Santo, el pacto que puso fin a la violencia en la isla y que tiene, como uno de los elementos fundamentales, la desaparición de la frontera entre el Ulster, mayoritariamente protestante y una provincia británica, y la República. Ese pacto, muy complejo y que dejaba a Irlanda del Norte alineada regulatoriamente con muchos elementos del Mercado Interior de la UE, obligaba al Gobierno británico a aplicar controles aduaneros en el traslado de los bienes desde Gran Bretaña hacia el puerto de Belfast. Es decir, la frontera, a nivel aduanero, no estaría en la isla de Irlanda, sino en el mar de Irlanda.

Ese encaje fue políticamente muy explosivo desde el primer momento. Fue la excusa con la que un sector del Partido Conservador derrocó a Theresa May como primera ministra, sustituyéndola por Boris Johnson, que, en términos generales, mantuvo el mismo acuerdo e incluso endureció los controles en el mar de Irlanda al no aceptar que el Reino Unido quedara durante un tiempo dentro de la Unión Aduanera.

Celia Maza

Desde el primer momento en el que se debería haber aplicado Londres lo ha criticado duramente, y ha ido retrasando su puesta en marcha en distintos elementos, a veces retrasando de manera unilateral algunos periodos de gracia otorgados por Bruselas en el acuerdo. Fuentes comunitarias aseguran que la Comisión se ha mostrado flexible durante los últimos meses, y, de hecho, presentará nuevas propuestas en las próximas horas. Sin embargo, esas ideas no irán tan lejos como querría Londres y David Frost, ministro encargado de las relaciones con la UE, que desea, entre otras cosas, acabar con el rol que tiene el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre el acuerdo.

“Sabíamos que estábamos asumiendo un riesgo. Esperábamos equivocarnos y que el protocolo funcionara. Pero teníamos razón, las propuestas eran arriesgadas y el protocolo no ha funcionado, así que no es irrazonable revisar un acuerdo si no está logrando aquello para lo que fue diseñado”, ha señalado este martes Frost en un discurso que se ha seguido con mucha preocupación en Bruselas.

Celia Maza. Londres

La situación es muy sensible porque hay mucho en juego. No solamente está escalando la tensión política en Irlanda del Norte, una sociedad tremendamente fracturada y polarizada, que sigue todavía hoy viviendo con el constante riesgo de la vuelta de la violencia, sino que es un riesgo a nivel general para la Unión Europea: los Veintisiete no pueden permitirse que el Mercado Interior tenga un enorme agujero por el que entran millones de productos sin control que no cumplen con los requisitos necesarios para hacerlo. Por ejemplo, Reino Unido puede llegar a un acuerdo con un determinado país, y que los productos, que por ejemplo pueden no cumplir las medidas de seguridad alimentarias europeas, puedan acceder al mercado europeo siendo enviados a Belfast, y trasladándose después hasta Dublín para ser enviados a cualquier punto de Europa sin controles adicionales. La única alternativa a eso sería establecer una frontera en la isla de Irlanda, violando así el Acuerdo del Viernes Santo.

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