Coordenadas | La investigación sobre la explosión de Beirut empuja el Líbano al abismo

La explosión de 2.750 toneladas de nitrato de amonio que destrozó el puerto de Beirut y acabó con la vida de más de 200 personas el 4 de agosto de 2020 vuelve a estar en el centro de la espiral de caos e incertidumbre que atraviesa el Líbano desde hace años. El desastre marcó el momento más trágico de la crisis que vive el país mediterráneo, que ahora hace dos años vio el inicio de protestas populares (la ‘thawra’) contra la clase política, la situación económica, la corrupción y la desigualdad tras el anuncio de un impuesto a las llamadas de WhatsApp. Quienes vivieron aquellos días con esperanza de cambio no imaginaban lo que esperaba a la vuelta de la esquina.

Por el camino, dos gobiernos han caído incapaces de gestionar una crisis que el Banco Mundial calificó este verano como una de las 10 peores de los últimos 150 años. El que fuera uno de los países más prósperos de la región tiene ahora más del 50% de la población por debajo del umbral de pobreza tras el desplome de la lira libanesa y la falta de reservas en las arcas del Estado. La pandemia, sin que las cifras de fallecidos y contagios hayan sido tan grandes como en Europa, por ejemplo, han puesto al límite unos hospitales que ni siquiera tiene aspirinas. Además, el país vive en constante angustia por la escasez de gasolina, alimentos de primera necesidad y otros productos básicos como jeringuillas, hojas de papel o agua embotellada.

EFE

Lejos de recomponerse, el paisaje político y social del Líbano continúa deteriorándose sin que se atisbe una salida. La clase política vive enrocada —ha tardado más de un año en formar Gobierno— mientras bloquean desde el poder los intentos de la Justicia por dirimir las causas y responsabilidades de la explosión. En el último episodio de una larga lista, la violencia interreligiosa ha llegado a las calles de la capital y deja imágenes que recuerdan a la guerra civil que asoló el país entre 1975 y 1990. Al menos seis personas han perdido la vida y hay más de 30 heridos tras los enfrentamientos en el sur de Beirut.

En breve

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El jueves por la mañana, una manifestación contra el juez que investiga la explosión del puerto, Tarek Bitar, organizada por el partido/milicia chií Hezbolá y sus aliados también chiíes de Amal, terminó con las peores escenas de violencia en Beirut en una década. Seguidores del Partido de Dios (la traducción literal de Hezbolá en árabe) se dirigían al Palacio de Justicia para exigir que el juez Bitar sea apartado del caso por considerarlo políticamente sesgado en su contra. Vídeos de la marcha muestran a los militantes armados con ametralladoras en actitud amenazante antes de que empezaran los disturbios.

Un soldado libanés pone a una niña a salvo en Beirut. (Reuters)Un soldado libanés pone a una niña a salvo en Beirut. (Reuters) Un soldado libanés pone a una niña a salvo en Beirut. (Reuters)

En Tayouneh, una zona limítrofe entre un barrio predominantemente musulmán chií y otro cristiano —reducto del segundo partido cristiano en el Parlamento y milicia armada durante la guerra, las Fuerzas Libanesas—, los manifestantes fueron sorprendidos por disparos de francotiradores desde las azoteas de la zona. Las primeras balas derivaron en una batalla urbana durante más de tres horas que devolvió temporalmente a los beirutíes más de 30 años atrás. Nueve personas han sido detenidas, sin que se haya aclarado el signo político o religioso de los atacantes.

Las escuelas fueron evacuadas y el Ejército desplegado en la zona hasta que volvió la calama, mientras la Cruz Roja libanesa atendía a los heridos y la población se encerraba en sus casas. Hezbolá y Amal acusaron a las Fuerzas Libanesas de ser responsables del ataque de los francotiradores, mientras que Samir Geaga, líder e histórico señor de la guerra de las FL, negó la participación de su partido y condenó los disparos en Twitter. Najib Mikati, primer ministro desde el mes pasado, anunció un día de luto nacional este viernes.

Contexto

La manifestación contra el juez Bitar se produjo apenas unas horas después de que un tribunal libanés de primera instancia rechazara la última demanda contra Bitar, a cargo de los parlamentarios chiíes del partido Amal y antiguos ministros Ali Hassan Khali y Ghazi Zaiter. Bitar había llamado a declarar a ambos la semana pasada y ninguno se presentó a la audiencia, interponiendo la demanda en su lugar. Acto seguido, la investigación fue suspendida por segunda vez en apenas dos semanas.

Tarek Bitar es el segundo juez al mando de las pesquisas sobre la explosión, después de que Fadi Sawan fuera apartado del caso en febrero tras ser acusado de imparcialidad. Sawan había presentado cargos contra el ex primer ministro Hassan Diab y tres miembros de su gabinete, incluidos Khali y Zaiter. Hasta el momento, 25 personas han sido detenidas por la investigación, entre las que no se encuentra ningún político, pese a que haya argumentos para que sean al menos interrogados, por la inmunidad legal de la que gozan los parlamentarios. Sin embargo, según la Constitución libanesa, la inmunidad no opera desde que un Gobierno obtiene la mayoría parlamentaria y es votado hasta la siguiente sesión del Parlamento, y Bitar ha tratado de aprovechar esa circunstancia para interrogar a los diputados, que tratan de ganar tiempo con sus demandas y, en el mejor de los casos, cargarse a un juez incómodo que amenaza su situación privilegiada.

A. Alamillos

Mientras tanto, las condiciones de vida en el país siguen empeorando. La semana pasada, las dos principales centrales eléctricas del país dejaron de funcionar por la falta de combustible. La electricidad generada por la red del Estado lleva meses bajo mínimos, ofreciendo apenas dos o tres horas de luz al día. Antes, el resto del tiempo era cubierto por generadores eléctricos, pero ahora ni siquiera las mafias pueden hacerlos funcionar el tiempo suficiente. La noche del 9 de octubre, prácticamente todo Beirut estuvo a oscuras y la electricidad no volvió hasta 24 horas más tarde, cuando el Ejército suministró reservas de emergencia de combustible. El banco central ha liberado reservas en dólares para garantizar el suministro de este mes, pero sus arcas se encuentran muy diezmadas.

La pérdida de más del 90% del valor de la lira libanesa ha ido acompañada de una subida de los precios que afecta sobre todo a los productos básicos. El Líbano no produce prácticamente nada de lo que consume y necesita importar el 80% de los alimentos del exterior. Con la lira por los suelos, la deuda por las nubes y las reservas de dólares tiritando, quienes pagan las consecuencias son los ciudadanos, que no pueden permitirse cubrir sus necesidades, ya sea por la falta de ‘stock’ o por los desorbitados precios.

Actores

En el centro de la polémica, el juez Tarek Bitar. A sus 47 años, el magistrado es un figura poco conocida públicamente por su mínima exposición mediática. Pese a que Hezbolá y Amal lo han puesto en la diana, nunca ha dado entrevistas y no se le ha relacionado con ningún partido político. Una persona cercana a Bitar ha declarado a la Agencia France Presse: “Por eso los políticos tienen un problema con Bitar: no tienen medios para presionarle”. Apenas se sabe de él que es católico y su región de origen, el norte del país. “Es concienzudo y audaz al mismo tiempo”, declara uno de los abogados de las víctimas de la explosión, también a AFP.

Los nuevos enfrentamientos suponen una nueva prueba para Bitar, su independencia y su fuerza para continuar con el caso. Pero también añaden presión al Gobierno de Najib Mikati, que llegó al cargo por tercera vez en septiembre tras aceptar la misión de formar Gobierno este verano. Mikati, musulmán suní y uno de los hombres más ricos del país, ya fue primer ministro libanés en 2005 y entre 2011 y 2014, y hace unas semanas logró romper el bloqueo que había mantenido en funciones a Hassan Diab desde su dimisión unos días después de la fatídica explosión del puerto de Beirut. Su Gobierno cuenta con ministros tanto de Hezbolá como de Amal, que están intentando forzar la destitución del juez por considerar que persigue a los suyos.

Javier Brandoli. Líbano

Y ahora ¿qué?

El miércoles, un día antes de la manifestación, Hezbolá y Amal amenazaron con boicotear la reunión del nuevo Gobierno, que fue cancelada de forma preventiva. Tras la dispersión de los militantes y el cese de los combates callejeros, las tensiones sectarias siguen amenazando con devolver los peores fantasmas del Líbano a la vida. Los partidos chiíes y las Fuerzas Libanesas se han acusado mutuamente de arrastrar el país a la ruina.

El presidente Michel Aoun, cristiano maronita, exgeneral, también señor de la guerra y líder del Movimiento Patriótico Libre, que también forma parte del Gobierno, dio un discurso a la nación en el que llamó a la calma y al diálogo, además de asegurar que la investigación de la explosión continuará.

Ethel Bonet. Beirut

A menudo se utiliza el 13 de abril de 1975 como la fecha que dio inicio a la guerra civil del Líbano. Aquel día, el ataque de una milicia cristiana de las Falanges Libanesas a un autobús lleno de palestinos terminó con la vida de más de 20 de ellos y comenzó el ciclo de violencia que terminó partiendo Beirut por la mitad en la ‘Línea Verde’,cerca del lugar de los últimos altercados. Pese a que el país tiene problemas mucho más urgentes que resolver, como la situación de extrema vulnerabilidad de gran parte de la población, la vuelta de la violencia a las calles de la capital ha aflorado los miedos a que la historia se repita. Aunque a nadie le interese una escalada que solo agravaría una crisis de enormes proporciones, el pasado demuestra que cuando se abre la puerta a la violencia como respuesta a los problemas políticos, es difícil volver a cerrarla.

Para saber más…

Mientras la clase política obstruye la investigación judicial sobre la explosión, organizaciones como Human Rights Watch han llevado a cabo sus propios informes. HRW llegó a una conclusión clara, expresada en un trabajo de 127 páginas titulado ‘They Killed Us From The Inside’ (‘Nos han matado desde dentro’) y publicado en la víspera del aniversario de la tragedia. “Las pruebas indican que muchos de los principales líderes del Líbano, como el presidente, Michel Aoun, el entonces primer ministro, Hassan Diab (…), entre otros, fueron informados de los riesgos que suponía el nitrato de amonio y no tomaron las medidas necesarias para proteger a la población”, reza el informe. Puedes leerlo en inglés aquí.

Otro ángulo

La crisis del Líbano no tiene una sola causa, pero más allá de las tensiones regionales, la inestabilidad, las interferencias extranjeras o la corrupción de la clase política hay un hombre que representa el auge y caída del país desde el final de la guerra civil. Su nombre es Riad Salamé, es el gobernador del Banque du Liban y uno de los banqueros centrales más longevos del mundo. Ha supervisado durante casi 30 años las finanzas del país, y tiene su cuota de responsabilidad en la implosión de la economía libanesa. Este perfil de Salamé ayuda a entender mejor cómo hemos llegado hasta aquí.

Álvaro F. Cruz

Para seguir el hilo…

El periodista Michael Young, editor del blog ‘Diwan’ del Carnegie Middle East Center y residente en Beirut desde su infancia, analiza en este hilo de Twitter (en inglés) los enfrentamientos sectarios y las presiones para terminar con la investigación del juez Bitar. En su opinión, los diferentes actores están marcando las líneas rojas previas a un conflicto. Al entrar en territorio hostil, la marcha de los chiíes cruzó uno de esos límites. La alianza de Gobierno, que incluye partidos cristianos, suníes y chiíes, se mueve en un equilibrio precario que puede romperse si continúan produciéndose ataques sectarios. Young solo ve una escapatoria que permita contentar a unos y otros: trasladar la investigación de Bitar a un tribunal militar de manera ordenada.

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