
Entre los asuntos que se ventilaban al margen del marcador, el partido completa la reconciliación entre el Celta y Denis Suárez; o para mayor precisión, entre el jugador y aquel sector del celtismo que en su día se hubiese alineado con las tesis de Carlos Mouriño cuando el anterior presidente declaró la muerte civil y el exilio afectivo del salcedense por las maniobras de su agencia en la salida de Bryan Bugarín al Real Madrid. Ya Marián Mouriño lo había indultado, recuperando el acuerdo entre el club y la escuela de fútbol de Denis. Ayer el centrocampista, al ser sustituido, recibió aplausos de la grada, apenas matizados por algún silbido.
«Volver aquí para mí es especial. Estoy superagradecido por el cariño que recibo siempre que vengo», comenta, aunque en realidad se refiriese a sus visitas de calle. Porque desde enero de 2023, cuando su cesión al Espanyol puso fin a su apartamiento en Vigo, tras cuatro meses de un conflicto estéril, Denis sólo había podido medirse a su exequipo en Cornellá. Las decisiones técnicas y sobre todo las lesiones le habían impedido actuar ya como miembro del Villarreal, por el que fichó aquel verano.
Era, por tanto, su primera aparición en Balaídos desde su marcha y aunque le duele la derrota, que atribuye a una expulsión que cree discutible –«hoy en día es prácticamente imposible sacar algo jugando con uno menos»–, le alegra la buena marcha del equipo que apoya desde niño: «Ojalá se metan en Europa porque lo están mereciendo. Están realizando una gran campaña con muchos de casa y la gente aquí está orgullosa de eso».
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