Rebuscando en la historia del pueblo de Catoira pueden encontrarse sobrados indicios de la presencia en épocas pasadas no solo de vikingos –los más conocidos y estudiados–, sino también de musulmanes, romanos y almorávides.
A los que hay que sumar piratas como los del Caribe, griegos inspirados en héroes legendarios como Aquiles y Hércules, gladiadores como los de la película protagonizada por Russell Crowe e incluso indios, no de la India, sino de esos que aún se ven en los largometrajes inspirados en el antiguo Oeste.
Unos y otros comparten protagonismo esta mañana y esta tarde a los pies de los restos romanos de Turris Augusti, ahora conocida como Torres de Oeste y levantada en el siglo IX a modo de conjunto defensivo, siendo reforzada en el XI por la Corona leonesa y ampliada en el XII, a manos de la Mitra Compostelana.
Es ahí, en esa joya arqueológica y patrimonial rodeada de los mismos petroglifos que los vecinos catoirenses quisieron proteger frente a las hordas vikingas, donde cada primer domingo de agosto se desarrolla el popular Desembarco Vikingo, una dramatización capaz de reunir entre 40.000 y 50.000 personas, como ha vuelto a suceder ayer.
Son cada vez más los que se presentan a esa cita ataviados para la ocasión como los «hombres del norte», es decir, los nórdicos o escandinavos que en las crónicas cristianas altomedievales aparecen referidos como normandos, y de los que se dice que en sus orígenes eran grupos violentos de daneses y noruegos dedicados a desvalijar poblaciones y monasterios en la Europa atlántica.
Esos, los vikingos, con o sin casco –con o sin cuernos–, aparecen en escena armados con escudos, espadas de doble filo, mazos, hachas y todo tipo de armas.
Compartiendo protagonismo en Catoira, como queda dicho, con un creciente número de espectadores que se suman a la celebración disfrazados, aunque los trajes antes referidos de piratas, romanos, griegos y similares poco o nada tengan que ver con esta historia.
Desde Cambados
Tampoco las modernas vestimentas e incluso los tacones altos que portaban algunos asistentes, sobre todo jóvenes llegados a Catoira sin dormir desde la Festa do Albariño de Cambados; trayecto en el que se vieron obligados a superar una buena cantidad de controles de alcoholemia y drogas.
Ellos, como los que acudieron vestidos al más puro estilo ibicenco –una tentación que hizo que acabaran marchándose rojiblancos gracias al vino tinto que les cayó encima–, son también parte de la historia de la Romería Vikinga, una Fiesta de Interés Turístico Internacional con más de seis décadas a sus espaldas que parece haber rejuvenecido.
Sobre todo porque el gobierno de Xoán Castaño –presente en el Desembarco junto a su concejal de Cultura– ha introducido notables mejoras, como la instalación del mercadillo medieval en el centro del pueblo, que ha pasado de 20 a 65 puestos en solo dos ediciones.
Como destacada es la organización del Xantar Vikingo, la celebración de conciertos de calado también en las calles catoirenses e incluso la creación de numerosas zonas de aparcamiento público y privado, tanto para visitantes como para residentes.
Quizás por ello, y por las mejoras en la escenificación teatral de las Torres de Oeste durante los días previos al Desembarco, la Romería Vikinga parece tener cuerda para rato.

Uno de los tres drakkar participantes. / Gustavo Santos
Más aún cuando son cada vez más los niños que acuden a esta fiesta y va en aumento la cantidad de adolescentes que se implican en ella, vistiendo las ropas vikingas y participando en las múltiples actividades propuestas.
Las incursiones de verdad
Todo ello para rememorar, aún sin saberlo, que en el año 850 la ría de Arousa y el bajo Ulla sufrieron el primer ataque de los vikingos, quienes «devastaron la costa y se apoderaron de Iria Flavia, provocando la huida del obispo y del Cabildo a Compostela», según cuenta la historia.
Incursiones que se repitieron en los años 859 y 968, siendo contenidas en las Torres de Oeste e impidiendo que los invasores alcanzaran Jakobsland (Santiago).
En ese mismo lugar en el que fueron repelidos entonces volvieron a quedar retenidos los vikingos esta tarde, quizás porque no pudieron resistirse a enfrentarse a la multitud que los esperaba en las orillas del caudaloso río Ulla, ayer radiante gracias a la pleamar de mediodía, que contribuyó al mayor lucimiento de la fiesta.

El alcalde y el concejal de Cultura, en la fiesta. | M. Méndez
Lo que sucedió fue que tras poner pie a tierra y librar cruentas batallas, los vikingos ya no quisieron marcharse, sino que se quedaron a saborear el vino tinto del Ulla.
Un preciado botín que se servía junto a 1.200 kilos de mejillones de la ría de Arousa, aportados por la cooperativa grovense Amegrove y servidos a 5 euros la ración por la empresa Eventos Piñeiro, la misma que se ocupó del Xantar Vikingo y gestionaba algunas de las barras instaladas en el recinto.
Ateneo Vikingo
Barras como la de Ateneo Vikingo, una histórica asociación estrechamente ligada a los orígenes de la fiesta que hace unos años se quedó sin barco y sigue buscando fondos con la esperanza de recuperarlo y reaparecer en 2026.
Esas barras también hicieron que los «hombres del Norte» llegados a Catoira en tres «barcolargos» o «drekar», actualmente conocidos como drakkar, decidieran poner pie a tierra.
¿O lo habrán hecho siendo sabedores de que la multitud presente en las Torres de Oeste podía ofrecerles churrasco, pulpo «á feira», bocadillos de todo tipo, quesos, chorizo, empanada de múltiples sabores y un largo etcétera de sabrosos platos?
Si es así, tuvieron buen ojo, porque todo eso y mucho más se toparon los escandinavos –entre ellos muchas mujeres– al moverse por el recinto amurallado, situado bajo el también abarrotado puente interprovincial sobre el río Ulla que une Catoira con Rianxo; Pontevedra con A Coruña.

Un vigilante protegió las Torres de Oeste. | M. Méndez
Incluso puede que los guerreros se dejaran convencer por los objetos de artesanía, cuernos, espadas, collares, pulseras y demás abalorios a la venta en el Mercado Vikingo situado en la calle Estación, donde tampoco faltaban la comida y la bebida.
Otra opción que barajan los analistas de guerra que estudian esta incursión, y que puede explicar por qué los nórdicos decidieron desembarcar en Catoira tras pasearse en sus drakkar durante una hora por el Ulla, es que les sonara bien la música de los grupos Baiuca y The Rapants, que actuaron anoche, mientras los nórdicos ya velaban armas en la desembocadura del río.
Expertos marineros
Cauce fluvial que viene como anillo al dedo para este tipo de proezas, ya que los «hombres del norte» eran expertos marineros, a bordo de barcos impulsados por largos remos y grandes velas cuadradas como los que desde el mediodía se vieron en Catoira.

El Seprona se sumó al plan preventivo. | M. Méndez
Si bien es cierto que estos últimos remontaron el río y desafiaron al viento –también del norte– con ayuda de un pequeño motor fueraborda que ya quisieran para sí los escandinavos cuando realizaban sus incursiones en las islas británicas y la costa atlántica europea. O cuando surcaban los fiordos, ríos y lagos de su tierra.
Seguridad por mar y tierra
Incluso les serían de gran ayuda las muchas lanchas que ayer quisieron sumarse al Desembarco Vikingo. Eso sí, desde una distancia prudencial, pues desde hace unos años Protección Civil y Guardia Civil del Mar se encargan de alejarlas, para garantizar la seguridad de todos y para mayor lucimiento de la romería.
Por cierto, y hablando del instituto armado, es de reseñar que tuvo una presencia más destacada que de costumbre, con numerosos efectivos tanto por mar como por tierra, incluyendo en el despliegue agentes en moto del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona).
Tanto ellos como Protección Civil, 061 y los vigilantes privados, contratados para evitar accidentes en las cercanas vías del tren y para impedir que los más osados escalaran las Torres de Oeste, velaron por la seguridad de una fiesta que parece haberse zanjado sin incidentes relevantes.
Algo muy meritorio, sobre todo teniendo en cuenta la presencia, en tan reducido espacio, de tanta gente. Ciudadanos llegados de toda Galicia, diferentes regiones de España y otros puntos del viejo continente, ya fuera en coche particular, moto, tren, autobús o en alguna de las autocaravanas que hoy se contaban por cientos en la localidad.
Algunas personas extraviadas, mareos a causa del sofocante calor, los carteristas de costumbre y algunos asistentes muy perjudicados por la ingesta de alcohol son algunas anotaciones que figuran en el parte de sucesos, pero poco más.
Visto lo visto, y ante la masificación en uno y otro lugar, la pregunta es: ¿Qué pasaría si los actos centrales de la Festa do Albariño de Cambados y de la Romería Vikinga de Catoira no coincidieran siempre el mismo día?
Enlace de origen : Desembarco Vikingo: una de escandinavos, piratas, romanos e indios del Oeste