
El 12 de marzo de 2024 permanecerá grabado en la memoria del celtismo. Ese día, del que mañana se cumple un año, el Celta hizo oficial el despido de Rafa Benítez y anunció como sustituto a Claudio Giráldez, un joven técnico de la casa que había maravillado con el Fortuna, pero carecía de experiencia en el fútbol profesional. En apenas 12 meses, el técnico porriñés ha transformado por completo el proyecto del club con una revolucionaria propuesta de cantera que ha convertido al equipo celeste en referente de las buenas maneras futbolísticas y ha encandilado a la afición de Balaídos por la osadía de su juego y su sensibilidad hacia talento propio.
La contratación de Benítez, uno de los más reputados entrenadores españoles, fue la carta de presentación de Marián Mouriño y la apuesta de la nueva presidenta para impulsar el salto cualitativo que el Celta necesitaba tras varias temporadas con serias dificultades para mantener la categoría. Un golpe de efecto pagado a precio de oro con la idea de armar un proyecto a tres años que permitiese al club celeste asentarse en la clase media de la Primera División para mirar luego al futuro con ambición.
La realidad de la competición puso sin embargo pronto en tela de juicio la idoneidad de un proyecto al principio ilusionante –la exitosa trayectoria de Benítez no hacía pensar otra cosa–, que se desmoronó en poco tiempo por la falta de resultados, la racanería de su propuesta y la escasa sensibilidad del madrileño hacia la cantera. Ocho meses costó a la nueva presidenta convencerse de que la continuidad de Benítez era insostenible. Lo respaldó contra viento y marea durante 28 jornadas, a sabiendas de que su modelo lucía anticuado y pese a que la falta de resultados y la ausencia de autocrítica exasperaba crecientemente a la hinchada. El rejón que suponía el despido del madrileño (que el Celta aún tendrá que pagar algunos años) para las arcas del club retrasó la decisión hasta que se hizo inevitable.
Con el equipo al borde del descenso y las arcas exhaustas, el plan B fue Giráldez, entrenador de la casa al que el filial se le había quedado pequeño y que, por aquel entonces, tenía pie y medio en el Levante ante la falta de expectativas de alcanzar el fútbol profesional con el Celta. Un plan arriesgado por la inexperiencia del porriñés, pero asequible económicamente y muy bien recibido por una afición que hacía tiempo que se había hastiado de la obsoleta propuesta de Benítez y veía en el Fortuna un espejo de futuro en el que mirarse. El ejemplo de Imanol con la Real Sociedad, un club al que la nueva administración del Celta miraba como referente, mostraba el camino. Solo había que atreverse. Se le firmó hasta final de temporada, con el objetivo de apuntalar la salvación en los diez partidos finales.
El debut en el Sánchez Pizjuán fue la confirmación de que la moderna propuesta de Giráldez en Primera RFEF con el Fortuna podía trasladarse con éxito a LaLiga. Aquel partido contra el Sevilla fue toda una declaración de intenciones de lo que vendría en los meses siguientes. Un esbozo de un credo futbolístico que está dejando huella en el Celta. Partiendo de un esquema de juego de cabecera, el 3-4-3, Claudio Giráldez ha armado un modelo juego atrevido, de talante abiertamente ofensivo, en el que el Celta quiere ser siempre protagonista con la pelota.
El preparador porriñés maneja una idea de juego coral que plasma sobre el terreno de juego con una amplia gestión de la plantilla. La línea entre titulares y suplente es difusa y el reparto de oportunidades extenso, sostenido en tres factores clave: el nivel físico, la forma futbolística y las características del adversario. El cambio es para Giráldez una forma de entender el fútbol. Esto explica que después de 37 jornadas no haya repetido una sola vez su once. En sus dos primeros partidos, contra el Sevilla y el Rayo (que supuso su debut en Balaídos), el preparador louriñés ya había empleado 20 de sus 24 futbolistas disponibles. Toda una declaración de intenciones que eleva el compromiso del grupo y le permite tener a cada uno de sus jugadores enchufados.
La sensibilidad hacia la cantera es otro de los pilares sobre los que se sustenta el modelo de Giráldez. El porriñés es (siempre lo ha sido) ante todo un hombre de club, pero también un técnico que sabe reconocer el talento, sin importar edad o procedencia. Así se explica el protagonismo y consiguiente revalorización de mercado que han adquirido bajo su mando futbolistas que el pasado curso militaban en Primera RFEF y que, tras unos meses con el primer equipo, tienen plaza o están en la órbita de la selección española sub 21. Tal es el caso de Hugo Álvarez, Damián Rodríguez, Javi Rodríguez o Fer López y que el técnico ha hecho extensivo a otros jugadores con los que el club no contaba para Primera División, como Pablo Durán o Alfon, que están ofreciendo un sorprendente rendimiento, o ha repescado a otros, como Carreira.
Esta decidida apuesta por los nuevos talentos (Williot es otro ejemplo) la ha conjugado Giráldez con la importancia de un reducido puñado de avezados veteranos (alguno mayor que el propio técnico) que aportan poso al grupo. En este aspecto es interesante cómo el entrenador celeste ha encontrado la complicidad de Iago Aspas para que ejerza, bien como titular o bien ejerciendo como revulsivo, el liderazgo en el campo y sirva, a la vez, de mentor a los valores emergentes de la cantera.
La apuesta por el fútbol ofensivo es innegociable para Giráldez. “Prefiero ganar 4-3 que 1-0”, ha declarado en más de una ocasión el louriñés. Esta idea se ha plasmado en un juego alegre, que ha supuesto un considerable incremento de goles con respecto a las temporadas precedentes. El Celta es el quinto equipo más realizador de LaLiga, con 40 goles. Esta capacidad goleadora es especialmente visible en Balaídos, donde la conexión con la grada ha dado al equipo una energía suplementaria para ganar y remontar partidos. Los celestes han ganado este curso en casa 9 partidos y apenas han dejado escapar 11 puntos de los 42 que se han puesto en juego.
Giráldez presume también de contar con un cohesionado cuerpo técnico formado por gente de la casa con la que lleva trabajando desde su etapa en el equipo juvenil. Lo forman Rober Fernández (segundo técnico), David Areal (analista), Christian Fernández (preparador físico) y la Laura Centoira (psicóloga).
Con estas premisas, no es extraño que el Celta se haya garantizado (con dos renovaciones en pocos meses) la continuidad del técnico hasta 2027 , haya extendido el modelo a todas las categorías del club y reducido el número de fichas profesionales para acelerar el acceso de los canteranos al primer equipo.
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