El lector pasivo

Un ejemplar de 'Don Quijote de la Mancha'.

Un ejemplar de ‘Don Quijote de la Mancha’. / Shutterstock

Hay libros que no son para leer, sino para que te lean. Recuerdo ahora los resultados de una encuesta según la cual solo dos, de cada diez españoles, había leído ‘El Quijote’. ‘El Quijote’, sin embargo, nos ha leído a todos, viene leyéndonos desde que se publicó. Nos lee aún, pese a que nos acerquemos poco a él. Nos lee a la hora del desayuno y a la del almuerzo y a la de la cena. Si usted tiene curiosidad por saber qué dice ‘El Quijote’ de usted, ábralo por cualquier capítulo y dedíquele unos minutos. Comprobará que, aunque usted no supiera nada de ese libro, ese libro lo sabía todo de usted.

Suelo decir que comencé a leer para comprender el mundo, pero quizá no sea cierto. El mundo, cuando era adolescente, me importaba poco. Tenía interés en comprenderme a mí. Ahora, observándome a la distancia de los años, entiendo que yo era incomprensible. Incomprensible del todo. Ahí estoy un domingo de julio a las cuatro de la tarde, con mis pantalones cortos y una camisa adquirida en unos saldos. Soy un niño de saldo, un niño barato, un niño de usar y tirar. Un moco. Me dirijo, bajo un sol de justicia, hacia un cine de barrio de sesión continua en cuya sala pasaré la tarde. Veré dos veces dos películas. Quizá dos películas malas, no importa: me basta con que sean películas como de las novelas solo me interesa que sean novelas. Las palabras película y novela están fuertemente connotadas de una carga positiva. Igual que la palabra tren. El tren servía para huir asomado a la ventanilla. Pero era el paisaje el que te observaba a ti al modo en que te observan los espejos. El paisaje te devolvía una imagen de tu estado ánimo.

Empecé a leer novelas como el que contempla el paisaje desde la ventanilla del tren. En sus personajes, me veía reflejado. Las novelas a las que me acercaba eran documentos notariales de mi propia existencia. Me leían, a medida que pasaba sus páginas, como ‘El Quijote’ ha venido leyendo a la sociedad española desde que se escribiera. Siempre hay alguien leyendo ‘El Quijote’. Siempre hay alguien dejándose leer por ‘El Quijote’. No se crea usted del todo lo del “lector activo”. Se puede ser un lector pasivo. Se puede uno asomar a una página como el que se asoma a una lámina de azogue.

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