
“Se nos murió el Papa de los pobres, de los marginados, de los que nadie quiere”, dijo Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, al despedir a Francisco. Hablar en pasado sobre el Pontífice que quería “una iglesia con olor a oveja” es un ejercicio que reclamará tiempo a millones de personas en Argentina y, también, en otras partes del mundo. La vida de Jorge Bergoglio ha sido intensa y compleja. Una moneda de dos caras comunes y a la vez diferentes, la acuñada antes de su papado y la que encandiló como Santo Padre a lo largo de 12 años.
Nació el 17 de diciembre de 1936 en Flores, el barrio capitalino donde el poeta Oliverio Girondo decía que las chicas “tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino”. Fue el mayor de cinco hijos del matrimonio formado por Regina Sívori y Mario José Bergoglio, un empleado del ferrocarril que había huido de la Italia fascista que, paradojas de la historia, reverdeció bajo otras máscaras en ese país durante sus últimos años pontificios.
Estudio en la escuela industrial y se graduó de técnico químico. Pero muy temprano se mostró reacio a las fórmulas. Su juventud fue la de un “porteño” cabal, alguien que disfrutaba de la experiencia citadina. “En la calle aprendo”. Y en esas calles aprendió el amor a San Lorenzo, su club de fútbol, y también el tango que lo acompañó secretamente sentado en el trono de San Pedro. Entre 1964 y 1965 fue profesor de Literatura y Psicología. Conoció de cerca al agnóstico Jorge Luis Borges. Aprendió de su sabiduría.
Pero los años sesenta fueron de extraordinarias transformaciones en la Iglesia católica. De un lado, el Concilio Vaticano II y, por el otro, de una profundidad de mayor calado quizá, la Conferencia Episcopal de Medellín, Colombia, en 1968, donde la “opción por los pobres” se definió con claridad meridiana y provocadora para los sectores conservadores.
Se ordenó sacerdote en 1969, un año de intensas luchas callejeras contra la dictadura militar. Poco tiempo después ejerció como superior provincial de los jesuitas en Argentina. En 1976 tiene lugar un nuevo y más brutal régimen castrense. La desaparición de personas es parte del uso del terror sistemático desde el Estado y golpea también a la Iglesia. Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, es asesinado. Las patotas perpetraron la masacre de los sacerdotes palotinos. A su vez fueron secuestrados y torturados varios integrantes del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Se le ha reprochado a Bergoglio una actitud ambigua frente algunos hechos represivos que afectaron a religiosos. Otros testimonios lo muestran comprometido con la protección de víctimas de la violencia estatal.
El ascenso de Bergoglio en las estructuras eclesiales se aceleró con la transición democrática. Fue designado arzobispo de la ciudad de Buenos Aires en 1997. Desde la Catedral Metropolitana, Bergoglio adquirió relevancia nacional. Era un prelado de fuerte raigambre política. Se había formado en Guardia de Hierro, una vertiente del peronismo en la que convergían intelectuales de derecha e izquierdas. Esos afluentes dejaron de alguna manera su marca en el momento de iniciar la vida religiosa. Bergoglio fue un referente de la oposición cuando gobernó el kirchnerismo. Se opuso a la ley de matrimonio igualitario y a una exposición del artista León Ferrari, padre de un desaparecido, quien tematizaba la complicidad eclesial con la última dictadura.
Pero a partir de 2013 surge Francisco de las entrañas de Bergoglio y su biografía se desdobla. No solo por la distancia teológica que toma de su antecesor, Joseph Ratzinger, sino por su primer mensaje una vez ungido Papa: “¡Hagan lío! “, les pidió a los participantes en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebró en Río de Janeiro inmediatamente después de su unción.
Para millones de argentinos y latinoamericanos empobrecidos era “el Papa de las tres T” (tierra, techo y trabajo)
“Mis raíces son también italianas, pero soy argentino y latinoamericano”. Francisco fue claramente un Pontífice consagrado a esta región y a las más desfavorecidas por el orden global. Los cambios que introdujo en el Vaticano provocaron especial sorpresa en Buenos Aires. No faltaron antiguos críticos que se rindieron a la evidencia de su transformación interior. Bergoglio se había convertido, y esa conversión en Papa derivó en la reforma de la Curia Romana y de los procesos de nulidad matrimonial, en el endurecimiento ante los escándalos sexuales, la promoción de la transparencia en las entonces opacas finanzas vaticanas, el acercamiento a las periferias del mundo, el diálogo interreligioso, el rechazo a la carrera armamentista, la mediación entre Cuba y Estados Unidos, la encendida defensa del medio ambiente y los migrantes.
El niño nacido en el barrio de Flores se acercó al final de sus días expresando su estupor por lo que sucedía en Oriente Próximo. Para millones de argentinos y latinoamericanos empobrecidos era “el Papa de las tres T” (tierra, techo y trabajo).
La escritora feminista María Pía López expresaba así su desconsuelo. “Conmovida por la muerte de Francisco, yo, la que lloré cuando fue nombrado porque pensaba que eso era la afirmación de las derechas argentinas. Conmovida hoy ante ese hombre que sostuvo, desde la más alta investidura, la defensa de la vida en Gaza. Una muerte así nos deja más solos”. El presidente argentino, Javier Milei, llegó a considerarlo un “representante del maligno en la tierra”. Al conocer su merte, no quiso ser menos que un país conmocionado y expresó su tristeza a pesar de haber sido sermoneado por un Papa que consideraba que “hacer ajustes en la educación es el suicidio programado de un país”.
Enlace de origen : Francisco, el Papa argentino que eligió ser oveja