La agonía de San Francisco: “Las condiciones de algunos barrios son peores que en Uganda”

El número de quejas por heces humanas en las calles de San Francisco se multiplicó por dos (de 10.692 a 20.933) entre 2014 y 2018. Un año más tarde, la ciudad gastó casi 100 millones de dólares en limpiar las calles —cuatro veces más que Chicago, pese a tener tres veces menos habitantes—. En 2020, no solo contaba ya con un 50% más de consumidores de drogas que alumnos en las universidades públicas, sino que 713 personas murieron de sobredosis, más del doble que por el coronavirus.

“Han instalado baños portátiles carísimos, han limpiado las calles… Y aun así sigue habiendo muchas heces humanas en las calles”, explica el periodista Michael Shellenberger, que lleva 30 años viviendo en esta ciudad, en entrevista con El Confidencial. “Cuando tienes mucha gente viviendo en las calles, muchos de ellos drogadictos, es inevitable que las calles se ensucien y los barrios se conviertan en chabolas improvisadas”.

Michael Shellenberger es un conocido activista —y polemista— climático que ha escrito varios libros alertando del “alarmismo medioambiental”. Ahora, este presidente de la organización Environmental Progress publica ‘San Fransicko: why progressives ruin cities‘, una obra en la que detalla qué ha ido mal en el plan urbanístico y sanitario de San Francisco para que el número de personas sin hogar se haya doblado en la ciudad (más de 8.000 personas para una ciudad de 880.000 habitantes) desde 2005.

Europa Press

Para Shellenberger, el principal culpable del estado de algunos barrios de la ciudad, llenos de jeringuillas usadas y heces, no es otro que la “izquierda radical” y sus políticas “bienintencionadas”. Tanto durante la entrevista como en su libro, el escritor a veces hace afirmaciones demasiado tajantes y unívocas sobre un problema multidimensional como es la drogodependencia y las personas sin techo, pero desde luego consigue poner el foco en un tema cada vez más llamativo: cómo la llamada Golden City se ha hecho famosa por los miles de personas que viven en sus calles.

PREGUNTA. ¿Cómo de mal es la situación en San Francisco? La enviada especial de la Organización de las Naciones Unidas quedó horrorizada en 2018 con el estado de la ciudad y la comparó con las chabolas de Mumbai. “Hay una crueldad que no he visto en mi vida”, dijo. El otro día leía un comentario en internet que hablaba de que algunos barrios de San Francisco parecían campos de refugiados sirios. ¿Qué está pasando?

RESPUESTA. He estado en barrios de chabolas de todo el mundo en África, Asia y Latinoamérica, desde Nueva Delhi a Uganda, y las condiciones de algunos barrios de San Francisco son peores. Pero no es por un tema de pobreza, sino por la adicción a la droga y la falta de tratamiento de enfermedades mentales. Es el resultado de las políticas bienintencionadas de la izquierda radical, que se llama a sí misma progresista. En San Francisco, hay una ideología que justifica estos campamentos. En Estados Unidos, la palabra ‘progresista’ se ha vuelto un eufemismo para la izquierda radical, que dice que es inmoral pedirle a la gente que duerma en albergues, requerir la hospitalización involuntaria o el tratamiento de la gente drogadicta que sufre de verdaderas adicciones o enfermedades mentales.

P. ¿Por qué se forman estos barrios de chabolas?

R. La izquierda asume que la gente no tiene casa porque son pobres y que los drogadictos son drogadictos porque son pobres. Pero ignora el hecho de que no tienen casa por su adicción y que muchos son adictos… ¡no porque sean pobres! Tanto los drogadictos como las personas que sufren una enfermedad mental siguen procesos similares en cuando a la disafiliación de la familia y de los amigos. Abandonan todo su entorno por seguir drogándose. Cuando eres drogadicto, especialmente en las últimas etapas de la adicción, tratas de quedarte lo más cerca de los traficantes de drogas. Y vives en estas chabolas en condiciones miserables y sucias en donde lo único que te importa es cumplir con tus necesidades de drogodependencia.

“El Estado tiene que intervenir para prevenir que la gente se destruya con sus adicciones”

P. La principal tesis del libro es que la descriminalización de las drogas más duras no ha funcionado. ¿Cuál era la idea detrás de esa lógica y por qué ha ido mal?

R. Desde el principio, hay una razón ideológica. La izquierda radical extendió la idea en los años noventa de que la gente con enfermedades mentales tenía que tener casa sin condiciones ni medicamentos. Y esa idea se extendió en los años dos mil con la adicción a la droga. Sabemos de Europa —Ámsterdam, Fráncfort, Lisboa, Viena o Zúrich— que el Estado tiene que intervenir para prevenir que la gente se destruya a sí misma con sus adicciones. Y también que dar casa a alguien tiene que ser una recompensa por el esfuerzo de la abstinencia o por luchar por tomarte tus medicamentos.

P. Esta crisis de personas sin techo en San Francisco viene por un drama nacional que lleva años desarrollándose: el aumento en las sobredosis.

R. Hay dos epidemias de drogas devastadoras en EEUU. Las drogas mataban 17.000 personas cada año en el año 2000. Ahora acaban con la vida de 96.000 personas. Es un número que sigue provocándome escalofríos. Una de las epidemias, por lo tanto, es de anfetaminas o metanfetaminas. Se acelera en los años sesenta y, cada década, se vuelve más potente y no somos capaces de encontrarle una solución.

Un hombre inyectándose fentanilo en Tenderloin, uno de los barrios con más sobredosis de San Francisco. (Reuters)Un hombre inyectándose fentanilo en Tenderloin, uno de los barrios con más sobredosis de San Francisco. (Reuters) Un hombre inyectándose fentanilo en Tenderloin, uno de los barrios con más sobredosis de San Francisco. (Reuters)

P. ¿Y la otra crisis?

R. La crisis de los opiáceos, desencadenada por la prescripción masiva de las farmacéuticas en los años noventa para tratar el dolor. Pero la gente que estaba deprimida, solitaria o alienada tomó opioides porque sus médicos, presionados por las farmacéuticas, los recetaban a cualquiera. En 2010, el Gobierno de Barack Obama restringió los opiáceos, pero mucha gente que se había convertido en adicta se pasó a la heroína, que se traficaba desde México. Y ahora tienes a gente tomando fentanilo, que es entre 50 y 100 veces más potente que la heroína. Para que te hagas una idea, tres amigos míos del colegio se hicieron adictos y dos han muerto. El que queda tiene graves problemas.

P. ¿Usted qué propone para solucionar este problema de San Francisco?

R. Sabemos que la forma de tratar las adicciones es a través de la intervención. En EEUU… ¡lo sabemos muy bien! De hecho, tenemos un ‘reality’ en la televisión que se llama ‘Intervención’. Mucha gente en EEUU tiene un familiar o un amigo que ha tenido algún tipo de adicción y sabe a qué se refiere alguien cuando dice “intervención”. Pero la izquierda radical dice: “No, no debes intervenir. Esta gente son víctimas y pueden hacer lo que quieran, porque sería inmoral tratar de imponernos a los que tienen una adicción. De hecho, deberíamos darles lo que quisieran. Si quieren dormir en la calle, no solo les tenemos que dejar, sino que además les tenemos que dar una tienda”. Les estamos dando dinero, habitaciones libres, papel de plata… Si no pedimos nada a cambio, estamos subvencionando su adicción.

P. Usted suele decir que, en este tema, se necesita tanto el palo como la zanahoria, pero la izquierda radical ha dejado de usar el palo. ¿Cuál sería el palo?

R. Cumplir la ley. La izquierda se ha olvidado de cumplir la ley. El fiscal general de San Francisco dice que hasta los traficantes de drogas son víctimas de la trata de personas porque vienen de Honduras. Entonces no cumplimos la ley para que no haya repatriaciones. El palo sería prohibir que se pueda acampar en la ciudad, drogarse en público, defecar en la calle o robar en las tiendas. Ahí deberías ser arrestado y llevado ante un juez. Y si el juez y el psiquiatra determinan que estás sufriendo una adicción de drogas, entonces deberías tener la opción, alternativa a la cárcel, de comprometerte a la rehabilitación. La zanahoria sería evitar la cárcel por la rehabilitación. Pero se tendría que poner presión para que camines hacia la abstinencia.

“Les estamos dando dinero, habitaciones libres, papel de plata… Si no pedimos nada a cambio, estamos subvencionando su adicción”

P. Algunos comparan la descriminalización de drogas como las anfetaminas o la heroína con la criminalización del alcohol y la marihuana. Pero usted, que fue un defensor de la descriminalización de la marihuana, dice que son dos cosas muy diferentes.

R. Hay dos formas de pensar en las drogas y la adicción. La primera es que prácticamente todo puede ser adictivo. Las redes sociales, el sexo, la marihuana y todo tipo de drogas. Al mismo tiempo, hay muchas diferencias entre las drogas. ¿Quién ha sufrido una sobredosis fumando marihuana? Nadie. Puedes tirar tu vida por la borda si no paras de fumar marihuana, por lo que debe haber algunas restricciones. Con el alcohol, igual. No dejamos que la gente beba en muchos sitios de la calle. Tenemos que tener en mente ambas cosas. Pero yo sigo pensando que es bueno descriminalizar el uso de la marihuana. Incluso también lo puedes hacer con la heroína y la cocaína, pero una cosa muy distinta es venderla en las tiendas. Por ejemplo, si haces lo que hacen los portugueses o los holandeses —no he estudiado el caso español—, si arrestas a alguien por estar pinchándose heroína, no tiene por qué ir a la cárcel.

P. Para ello, se necesita un mayor foco en la salud mental, defiende. ¿Qué relación tienen la drogadicción y las enfermedades mentales?

R. Normalmente, si eres adicto a la heroína, estás enfermo. Estás sufriendo un tipo de enfermedad mental, que es lo que es la adicción. Y necesitas que la gente de tu alrededor y el Estado te presionen para que vayas a rehabilitación. Hay un argumento extremo que dice que todos los que son adictos a las drogas tienen una enfermedad mental subyacente. No sé si es verdad. Pero cualquiera que sea adicto necesita ayuda para la desintoxicación. Un amigo mío adicto a la cocaína empezó a tomar un antidepresivo, a hacer ejercicio y dieta y lo consiguió dejar. Por lo tanto, para mejorar el tema de las drogas, necesitamos una mejor protección de la salud mental.

Carlos Pérez Cruz. Martinsburg (Virginia Occidental)

P. ¿Qué rol considera que ha jugado la ideología en este tipo de políticas? Usted escribe: “Aquellos que ponen en duda las políticas de los ‘defensores’ de las personas sin hogar son atacados y tildados de inhumanos, pese a que esas mismas políticas han contribuido a que tantísima gente pueda vivir debajo de un techo”.

R. Cuando yo crecí en los años ochenta y noventa, la izquierda radical veneraba a héroes como Nelson Mandela, Mahatma Gandhi, Martin Luther King o incluso el Che Guevara. Sus historias eran heroicas, líderes superando la opresión del sistema para beneficiar a los más desfavorecidos y luchando por el socialismo y una mayor igualdad. Eso ha cambiado en Estados Unidos. Ahora tenemos la ideología ‘woke’, centrada exclusivamente en las víctimas. Las víctimas ahora son seres espirituales y sagrados. La izquierda, en vez de buscar heroísmo, busca el estatus de víctima. Y hemos entrado en una estúpida competición por quién es más víctima. Esto está relacionado con la política de identidad: cuanto más tipos de víctima seas, mayor será tu estatus. Antes, la izquierda pensaba que tú podías ser una víctima ahora pero un héroe después. Pero ya no más. Si eres víctima ahora, lo seguirás siendo en el futuro.

P. Y en este caso, ¿qué tiene que ver ser persona sin hogar y drogadicto con la victimización de la política?

R. Una vez que tienes la suerte de ser declarado una ‘víctima’, todo debe serte entregado y nada puede serte pedido. Si eres un drogadicto, recibirás dinero, casa, agujas, etc. No se te puede pedir que dejes de drogarte ni que trates de lograr la abstinencia, ya que pedirte que mejores tu vida no será más que la continuación de esa opresión del Estado.

E. Zamorano

P. Usted dice que la izquierda ha convertido en tabú decir que hay gente viviendo en la calle por razones que no tienen que ver con la pobreza. En el caso de las personas sin hogar, muchas veces sí, pero dice en el libro que la relación entre drogodependencia y pobreza no está tan clara.

R. Cuando escribí en ‘Forbes’ que mucha gente que vive en la calle son adictos, un supuesto defensor de las personas sin hogar, de izquierda radical, me acusó de incitar la violencia contra la gente en la calle. Intimida mucho que te acusen de incitar la violencia. Pero esa es la mejor forma de silenciar a alguien. Ese lenguaje tan agresivo y emocional es una forma ideal de intimidar a la gente. Tenemos delante de nosotros un nuevo macartismo, pero ahora es en la izquierda.

P. No suena muy optimista cuando habla del futuro de San Francisco.

R. Es difícil no ser pesimista cuando piensas que todo ha ido a peor en los últimos 30 años. Hay algunas señales de que esto puede cambiar. California todavía tiene mucho futuro, pero San Francisco… Lamento decirte que no soy optimista.

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