La contracrónica del Barça-Inter: Lamine Yamal cumple su palabra otra vez

Quedó inmediatamente claro, en cuestión de segundos se vio, por qué el Inter necesitaba tanto a Marcus Thuram, un muchacho de quien hay fotos vestido de azulgrana. Estuvo dos temporadas en la cantera del Barça. Las dos en las que permaneció su padre, Lilian, en el primer equipo. Era entonces un hijo de papá, pero se está labrando una buena carrera profesional por sí solo en Alemania e Italia, además de ser internacional por Francia.

Hizo historia Marcus al marcar el gol más rápido de una semifinal en la historia de la Champions. A los 30 segundos de partido. Un accidente que ya sufrió en el pasado. No era el más prematuro encajado por el Barça: el anterior récord también procedía de Milán. Del otro equipo de la capital lombarda. Alexandre Pato marcó a los 24 segundos en el primer partido de la fase de grupos de la edición 2011-12.

El susto del calentamiento

Pero era la noche de Lamine Yamal, diez años menor que Thuram. A los 17, cumplía sus primeros cien partidos con el Barça, y nadie podía enturbiarla.

Solo la fatalidad. Una nube se posó sobre Montjuïc cuando el delantero de Rocafonda abandonaba el calentamiento. Notaba algo en la pierna izquierda después de un disparo a portería. Habló con el doctor Ricard Pruna, y Hansi Flick, enterado, mandó a Fermín a que intensificara el trabajo. Una fatalidad o el infortunio de los postes. Dos anoche.

La lesión fue un amago, como el engaño del 3-3 en el que picaron todos al simular un disparo. Nada iba a fastidiar la primera semifinal de Champions de su carrera, la primera de todos los que estaban a su lado. Ni el gol de Thuram ni el Denzel Dumfries, en una chilena preciosa que colocaba el 0-2 antes de que el sudor mojara la rubia cabellera de Lamine Yamal. Aquello ya era demasiado.

Dumfries celebra el primero de sus dos goles.

Dumfries celebra el primero de sus dos goles. / Jordi Cotrina

Cómo canalizar la rabia

También se parece Lamine Yamal a Messi en la forma en que canaliza su rabia. Para motivarse y extraer lo mejor de sí mismo y no para rebotarse con un rival o el árbitro.

A los tres minutos se sacó de la manga esa jugada que ya ha acuñado y coronó su noche, la número cien con el Barça, con el gol conmemorativo. Fue el motor a reacción de un equipo de locos que igualó el 0-2 antes de que concluyera el primer tiempo. Poco después de la reanudación, Inzaghi retiró del campo a Federico Dimarco, zarandeado de mala manera por el juvenil.

El jugador de los goles importantes, el que se pone brackets azulgranas o se tiñe el pelo porque se aburre mientras espera la hora de partido, cumplía otra vez su palabra.

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