La ‘decisión de Sophie’ de Xi con Evergrande: ¿dar una lección o abrir la mano?

Evergrande, el segundo promotor inmobiliario más grande de China, recibió el lunes su mejor noticia en meses, alguien está dispuesto a comprar parte de su imperio enormemente endeudado, probablemente a fen por el yuan (duros por pesetas). Pero la compañía todavía está en serios problemas: debe la friolera de 305.000 millones de dólares, alrededor del 2% del PIB de China.

Las autoridades chinas llevan semanas preparándose para el posible impago de Evergrande como para un choque de trenes a cámara lenta. Con 1.300 proyectos en 280 ciudades de China, Evergrande —una corporación gigantesca que también gestiona parques temáticos, fabrica vehículos eléctricos y es propietaria de un equipo de fútbol— es un peso pesado en el otrora floreciente sector inmobiliario chino, que ha impulsado gran parte del crecimiento económico del país en la última década apoyándose en fuertes préstamos.

Agustín Monzón

Si Evergrande incumple sus obligaciones de deuda, el efecto dominó podría ser catastrófico. Aunque el gobierno chino probablemente protegería a los 1,4 millones de familias chinas — en su mayoría de clase media, que invirtieron los ahorros de toda su vida para convertirse en propietarios de una vivienda— , innumerables proveedores grandes y pequeños a los que se les debe mucho dinero podrían quebrar, y hasta cuatro millones de puestos de trabajo están en juego.

Pero el verdadero peligro es que las consecuencias se extiendan al sector inmobiliario residencial en general—que representa casi el 30% del PIB de China y de los préstamos chinos pendientes— y de ahí al sector financiero. Si los bancos chinos se ven perjudicados por sus acreedores inmobiliarios, tendrán mucho menos capital para prestar, y el coste de los préstamos podría aumentar para todos.

Agencias

Una grave convulsión financiera —similar a la que se produjo en EEUU tras la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers en 2008— erosionaría entonces la confianza en China, tanto dentro como fuera del país, poco más de un año antes de la fecha en la que se espera que Xi Jinping confirme su permanencia en la presidencia durante 15 años, algo sin precedentes para los líderes chinos en la era post-Mao.

Xi tiene que hacer algo, y rápido. Pero se enfrenta a un juego de equilibrios muy difícil.

Por un lado, podría dejar que Evergrande entrara en suspensión de pagos para dar una lección a la empresa y a todo el sector inmobiliario sobre el endeudamiento irresponsable, uno de los muchos síntomas del capitalismo sin límites que Xi lleva tiempo combatiendo. De hecho, el alcance real del agujero de la deuda de Evergrande no salió a la luz hasta hace ocho meses, cuando Pekín endureció las normas sobre el endeudamiento inmobiliario en una de las primeras oleadas de la posterior ofensiva de Xi contra las grandes empresas tecnológicas y otros sectores que el Partido Comunista en el poder considera que anteponen los beneficios a lo que Xi denomina “prosperidad común”.

El problema es que el colapso de Evergrande podría dar paso a un escenario de pesadilla para Xi y el PCC: un malestar social masivo derivado de una situación en la que los promotores que han prevendido propiedades residenciales no pueden permitirse construirlas, dejando a los compradores sin casa ni ahorros, y privando a los gobiernos locales de los ingresos por impuestos sobre la tierra y la propiedad que necesitan para mantener las luces encendidas. Si a esto le añadimos una crisis crediticia, nos encontramos ante una desaceleración económica como la que China no había visto desde finales de los años 70. En pocas palabras, tener mano dura por Evergrande podría tener un coste muy alto para el PCC.

Agencias

Por otro lado, Xi también podría aceptar el rescate de Evergrande porque es demasiado grande para quebrar, para evitar el contagio de todo el sector y para restaurar la confianza. Sin embargo, al hacerlo, socavaría su propio programa político de reducir el riesgo sistémico dentro del sector inmobiliario, por no mencionar que daría un mal ejemplo a otras grandes empresas chinas que están en números rojos.

Quizá la apuesta más segura sea un colapso “controlado”, que algunos internautas chinos han comparado con la demolición de un edificio. Dejar que Evergrande se desmorone, pero lentamente, y dirigir de cerca el proceso “animando” a las empresas estatales a comprar los activos de la compañía pieza por pieza para que Evergrande pueda pagar sus deudas y terminar los proyectos que ya ha vendido a los consumidores.

Valor Añadido

Pero tampoco será fácil. Evergrande también tiene una deuda importante con los inversores extranjeros, por lo que Xi se enfrenta a otro dilema: arriesgarse a una reacción interna obligando a la empresa a cuadrar primero sus finanzas para mantener el flujo de dinero en el extranjero hacia China, o dar prioridad al pago de la deuda china, lo que podría asustar a los inversores internacionales, al menos temporalmente (la segunda economía del mundo es demasiado golosa para que se mantengan alejados durante mucho tiempo).

Haga lo que haga Xi, no hay una solución fácil. Un impago desordenado podría poner en cuestión todo el modelo de crecimiento económico de China. Sin embargo, si logra evitar que la crisis de la deuda de Evergrande contagie al resto del sistema financiero chino sin necesidad de un rescate, Xi habrá logrado lo que el poderoso Estados Unidos no pudo hacer en 2008: evitar que el colapso de su mercado inmobiliario se convierta en una recesión mundial.

*Este artículo fue publicado originalmente en inglés en GZERO Media. Si te interesa la política internacional, pero quieres que alguien te la explique, suscríbete a la ‘newsletter’ Signal aquí.

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