La mitad de las mujeres asesinadas por violencia de género este verano tienen más de 60 años

Cinco de las diez asesinadas en crímenes machistas en lo que va de verano tenían más de 60 años. En primer lugar, Maritza, de 61 años, que presuntamente fue asesinada por su marido en Getafe el 24 de junio. En segundo, María del Carmen, de 60, cuya vida fue arrebatada por su pareja en Las Palmas, el 25 de junio. Dos días después fue asesinada Josefina, de 63, en Almería. Y el 2 de julio murió Dolores, de 86, en una auténtica semana de horror en la que se produjeron un total de siete agresiones mortales. A ellas se suma una mujer de 78 años esta semana en Pamplona, cuyo asesinato ha sido confirmado como un nuevo feminicidio. Fuera del ámbito de la pareja, una mujer de Torelló de 80 años fue presuntamente asesinada este miércoles por su hijo.

Por tanto, la mitad de las víctimas en lo que va de verano superaba los 60 años, un porcentaje mucho más elevado que en el registro histórico. De las 1.317 asesinadas desde que comenzó el recuento en 2003, 177 tenían más de 60 años, un 13%, por lo que hay un claro incremento. Y, si se contabiliza las 23 víctimas de este año, las víctimas mayores alcanzan el 30%.

De hecho, el aumento de víctimas de edad avanzada ha motivado que en el último comité de crisis, donde las autoridades estudiaron, uno a uno, los 17 asesinatos machistas ocurridos en abril, mayo y junio, se analizara la especial vulnerabilidad de las mujeres maltratadas mayores. Una circunstancia que históricamente ha estado presente en violencia de género y ha sido estudiada, pero que se ha agravado este verano con una negra concatenación de agresiones mortales.

Frente a ello, el Ministerio de Igualdad, según fuentes de este departamento, está trabajando en la puesta en marcha de medidas dirigidas específicamente a este colectivo y sus entornos, porque se ha detectado que en varios de los últimos asesinatos algún miembro de la familia o amigos sabía que la víctima sufría violencia, pero no se había puesto en conocimiento de las autoridades.

Silencio

Una de las principales dificultades para atajar la violencia contra las mujeres de edad más avanzada es que, en muchas ocasiones, han crecido en ambientes machistas y, por ello, han normalizado el maltrato y lo sufren, durante años, en silencio. Esta es una de las causas que podría explicar, según la psicóloga especializada en violencias Alba Alfageme, el incremento de víctimas mayores. “Estamos observando el fenómeno de que las mujeres más jóvenes, gracias a toda la sensibilización realizada y a la mayor concienciación social, identifican antes la violencia y rompen con el agresor, por lo que esta no se cronifica tanto. Pero cuando las relaciones se alargan en el tiempo, aumenta el riesgo y las víctimas se vuelven más vulnerables”, explica, como posible hipótesis del incremento. O sea, proporcionalmente, podrían estar muriendo más mujeres mayores que jóvenes –aunque hay que ver si la tendencia se mantiene– porque en estas edades tienen más impacto las políticas de prevención.

De hecho, un estudio realizado en 2019 por el Instituto de las Mujeres ya detectó que el 40% de las víctimas mayores de 65 años ha sufrido violencia durante 40 años y el 25% entre 20 y 30 años. Además, el 56% ha mantenido relaciones sexuales contra su voluntad.

Sin embargo, muchas de ellas no lo denuncian y ni siquiera lo verbalizan ante alguien de su familia, por diversos motivos: un tercio “por miedo”, según la mencionada encuesta, otro tercio porque la violencia era aceptada por la sociedad cuando comenzaron la relación, y otro tanto “por sus hijos”.

A estos factores hay que añadir, según el criminólogo Pau Crespo, “la dependencia económica de muchas víctimas mayores de su agresor es total, dado que no han tenido ni tienen ya acceso al mercado laboral”. A lo que hay que añadir que en la vejez pueden sufrir dependencia o fragilidad, “que puede ser aprovechada por el agresor como una forma más de violencia”.

Dificultades de acceso

El último informe del Defensor del Pueblo dedica un amplio capítulo a este problema estructural, en el que explica que las quejas ante la institución de estas víctimas “revelan que padecen una violencia oculta, perpetrada a lo largo de años, que está socializada y normalizada”. Y denuncia que las víctimas de mayor edad “tienen especiales dificultades para acceder a los derechos y a los recursos que establece el ordenamiento para poder salir de la situación de maltrato y recobrar sus vidas”. “Son un grupo especialmente vulnerable de víctimas en las que confluye una doble discriminación por su condición de mujeres y por lo que significa el fenómeno del edadismo”, por lo que propone a las autoridades que actúen y eliminen cualquier barrera que pueda dificultar su acceso a las ayudas y a la justicia.

Asimismo, Crespo considera que se debe incidir más en la detección de estas víctimas por parte del sistema sanitario, dado que las personas mayores van con frecuencia a consultas. “Se requiere más sensibilización y atención por parte de los profesionales sanitarios”, apunta.

Mientras que Alfageme propone la puesta en marcha de campañas que “visibilicen la heterogeneidad de las mujeres que sufren violencia, desde las más jóvenes a las más mayores” y la implementación de medidas de sensibilización en aquellos lugares frecuentados por mujeres mayores.

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