Ómicron, zona cero: “Tenemos 37 respiradores, y solo estamos usando uno”

En el Hospital Steve Biko de Pretoria, en Sudáfrica, a medida que comenzaban a llegar más y más personas infectadas con la recientemente descubierta variante ómicron del coronavirus, el doctor Fareed Abdullah se vio sorprendido por la gran cantidad de pacientes que no necesitaban asistencia para respirar. Abdullah le preguntó a sus compañeros si lo que veían les parecía similar a las otras olas de la pandemia. “Para mí, estuvo claro en una hora de pasear por ahí que esta vez había algo diferente”, explica en una entrevista con El Confidencial.

Ahora, casi tres semanas después de que se identificara por primera vez la variante, la situación apenas ha cambiado. “Tenemos 37 respiradores en el hospital”, explica el médico, de los cuales habían tenido que echar mano prácticamente sin descanso en anteriores oleadas de contagios. “Ahora solo estamos usando uno”.

“No hay ninguna duda de que ómicron ha dominado completamente a delta en la región”

La cuestión es de calado. Si ómicron, que parece propagarse con mayor rapidez que anteriores variantes —la curva de infecciones es casi una pared vertical cuando se compara con las de delta o alfa—, provoca una enfermedad menos grave, podríamos encontrarnos ante el principio del fin de la pandemia. Esto es al menos lo que piensa el director ejecutivo de Netcare —a empresa de hospitales privados sudafricana—, Richard Friedland. “Esto podría señalar el fin del covid-19, con el virus atenuándose hasta tal extremo que sea altamente contagioso, pero no cause una enfermedad grave. Es lo que ocurrió con la gripe española”, aseguraba hace unos días a Bloomberg.

Según Abdullah, “no hay ninguna duda” de que ómicron ha dominado completamente a delta en la región de Sudáfrica donde se encuentra su hospital.

El descubrimiento de ómicron a finales de noviembre dio una inesperada vuelta de tuerca a lo que parecía una lenta salida de la pandemia de covid-19 gracias a las crecientes tasas de vacunación —al menos en los países ricos—. La preocupación por una variante posiblemente más infecciosa del coronavirus llevó a un gran número de países, España entre ellos, a volver a imponer restricciones y a cerrar el tráfico con Sudáfrica, donde ómicron se identificó por primera vez, y varios territorios vecinos. El objetivo, según defendió en su momento la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, era el de dar tiempo a los científicos de todo el mundo para estudiar la variante y determinar si, efectivamente, es más infecciosa que las anteriores, resistente a las vacunas o a las infecciones previas, o si el curso de la enfermedad que produce es diferente.

“Estas son las preguntas que queremos responder”, asegura Abdullah. El doctor insiste, e insiste mucho, en la prudencia. A pesar de que sus observaciones iniciales sobre el terreno son “muy positivas”, dice, todavía deberíamos esperar un par de semanas para determinar si ómicron causa una enfermedad menos grave que las anteriores variantes.

José Pichel

Fareed Abdullah es director de la Oficina de Investigación de Sida y Tuberculosis del Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica. Además, compagina este trabajo con la medicina clínica en el Hospital Académico Steve Biko, en el distrito de Tshwane (Gauteng), epicentro de la variante ómicron del coronavirus y de la cuarta ola de contagios que parece haber impulsado. “Tengo un ojo en el paciente y otro en la tendencia epidemiológica”, explica, algo que le da una “perspectiva diferente” a la del resto de sus compañeros a la hora de evaluar los síntomas de sus pacientes.

“Ahora hablemos de severidad”, dice con una media sonrisa. Abdullah sabe que la explicación es técnica y poco atractiva, pero, aun así, resulta esencial para comprender los diferentes indicadores que se utilizan para medir la gravedad de ómicron.

El primero de estos indicadores es el número de personas infectadas que acaba en el hospital. Según el doctor, este suele ser de en torno a cinco personas por cada 100 infectados; con ómicron la cifra podría bajar a dos personas de cada 100. Por el momento, no se sabe si esta situación se debe al virus o a que existe un gran número de infecciones previas con coronavirus entre la población sudafricana —algunos estudios aún sin publicar apuntan a entre un 60 y un 80% de seroprevalencia—, o incluso al efecto de las vacunas, ya que, si bien es cierto que la tasa de inmunización en Sudáfrica es baja comparada con la de los países de Europa —en torno al 30%—, en la población de más de 60 años el porcentaje se dobla. “En un par de semanas deberíamos tener más datos sobre esto”, asegura Abdullah.

“Definitivamente, hay menos pacientes que acaban en cuidados intensivos, en nuestro hospital y en otros”

El segundo indicador se encuentra dentro del hospital: cuántas personas ingresadas por covid-19 acaban necesitando entrar en UCI durante su estancia. Y aquí es donde se está notando la principal diferencia. “Definitivamente, hay menos pacientes que acaban en cuidados intensivos, en nuestro hospital y en otros de la zona”, sentencia el médico. A pesar de que no se trata, ni mucho menos, de una muestra suficiente para hacer un análisis estadístico, los números en el Hospital Steve Biko sorprenden: solo ha habido tres admisiones a UCI en las últimas tres semanas de pacientes con coronavirus, y ninguna ha sido por la enfermedad —es decir, que tenían covid además de la afección que les había llevado al hospital—.

El último indicador se encuentra a un nivel mucho más reducido. “Si dos personas tienen covid severo, una infectada con delta y la otra con ómicron, en qué se diferencian sus casos”, explica el doctor. En este terreno es donde, a juicio de Abdullah, se están realizando los estudios más prometedores, atendiendo a variables como la respuesta de las células T o el nivel de oxígeno en sangre. “Todavía no tenemos los datos para decir definitivamente si la enfermedad es más severa o menos severa, pero lo que hemos visto es que la estancia en el hospital es más corta —2,8 días frente a los 8,5 días de anteriores olas—, y la edad de las personas infectadas es mucho menor”, asegura. Sobre este último punto, Abdullah considera que no se puede achacar solo a la vacunación, ya que existe una gran disparidad entre las cifras de personas mayores de 50 años vacunadas y el bajísimo número de personas de esta edad que se encuentran en el hospital con ómicron.

Todo esto, por ahora al menos, parece traducirse en un número de muertes mucho menor que en las anteriores oleadas de la pandemia, “aunque podría tratarse de un fenómeno ralentizado“, advierte Abdullah. Aun así, el doctor aventura que los datos “pintan bastante prometedores”, muy parecidos a los de Portugal, con una de las mayores tasas de vacunación del mundo, donde el aumento de contagios ya no conlleva un aumento de las muertes.

Bloqueos y vacunas

Más allá de las posibles buenas noticias que llegan de Sudáfrica, la reacción internacional al surgimiento de la variante ha sido el bloqueo, no solo al país africano, sino a varios de sus vecinos donde ni siquiera se habían detectado casos de ómicron en el momento de decretarse las restricciones. Parte de la culpa la tiene la Organización Mundial de la Salud, que emitió una designación de “variante preocupante” muy poco después de su descubrimiento —más adelante ha matizado sus palabras y aclarado que “preocupación” no significa “pánico”—, mientras que el Gobierno sudafricano no ha ocultado en ningún momento su descontento. La propia OMS tuvo que emitir un comunicado en el que defendía la calidad del trabajo de los científicos de Sudáfrica, criticando el bloqueo.

“Los políticos deberían haber escuchado más a los científicos“, defiende Abdullah. Sin querer entrar en polémicas, el médico desea que a todos los gobernantes que han implementado medidas contra la variante atendiendo exclusivamente al rédito político les vaya muy bien en las elecciones, y puedan “seguir conservando su trabajo”.

A. Alamillos

Una visión bastante extendida sobre el surgimiento de ómicron apuntaba a los bajos números de vacunaciones en los países pobres frente a las altas tasas de los ricos, como posible explicación del surgimiento de las mutaciones. Esto no está claro, ya que, según Abdullah, existe un debate sobre si el virus podría mutar más en poblaciones donde existe una alta tasa de vacunación —precisamente para escapar a esta inmunidad—, y, por otro lado, que ómicron se detectase por primera vez en el sur de África no implica que ahí es donde surgiera. Sea como fuere, las autoridades sudafricanas han reaccionado animando a su población a vacunarse, mientras que en Europa y Norteamérica se ha apostado por las dosis de refuerzo como posible respuesta a la aparente capacidad de ómicron de evadir a las vacunas.

Sin embargo, para el doctor, que haya un número relativamente bajo de vacunaciones en Sudáfrica no implica necesariamente una reticencia a recibir el químico, sino una falta de infraestructura para acercar los compuestos a las poblaciones rurales. A pesar de que, hoy por hoy, tienen excedente de vacunas. “Cuando consigamos eso, probablemente tendremos un número residual de antivacunas, pero no creo que tengamos tantos problemas como vosotros en Europa”, asegura.

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