¿Podemos ser optimistas con la emergencia climática? La letra pequeña de la COP26

En su papel de anfitrión, Boris Johnson necesita desesperadamente que esta COP26 funcione. Todos los ojos están puestos en Glasgow. Y un fracaso en la lucha contra el cambio climático será un fracaso diplomático de la nueva Global Britain en la era pos-Brexit. La misión está complicada. Pero el ‘premier’ se ha mostrado este martes “cautelosamente optimista” sobre la posibilidad de alcanzar finalmente un pacto para mantener el aumento de temperatura global por debajo de 1,5 grados y no matar el histórico Acuerdo de París.

Una vez más, el inquilino de Downing Street ha tirado de metáforas al asegurar que si antes la humanidad estaba perdiendo el partido contra el desafío medioambiental 5-1, ahora el marcador es de “5-1 o incluso 5-3”. En este sentido, asegura que se ha registrado un gran cambio desde la cumbre de líderes del G-20 celebrada el pasado fin de semana en Roma, donde tan solo 12 de las 20 democracias más ricas del mundo se comprometieron a ser neutrales en emisiones carbono para 2050, lo que significa que solo podrían emitir los gases que puedan ser capturados por la naturaleza o por tecnologías que hoy son experimentales.

Celia Maza. Glasgow

Johnson atribuye ahora el “tiempo extra” al nuevo compromiso de Brasil para detener la deforestación, la promesa de India de avanzar hacia la descarbonización de su sistema energético o la inyección de 10.000 millones de dólares a la que se ha comprometido Japón para los proyectos de descarbonización en el extranjero durante los próximos cinco años. No le falta razón. Pero la película que está narrando tampoco está completa. Es cierto que en la segunda jornada de la cumbre política ha habido menos retórica y más acción. Sin embargo, los dos grandes acuerdos sobre deforestación y reducción de emisiones de metano —un gas menos conocido, pero más potente que el CO₂— cuentan con letra pequeña.

Pero antes de desgranar los detalles de estos acuerdos, sigamos con el partido que propone Johnson. Pese a que los líderes políticos regresaron a sus hogares el martes por la noche (la gran mayoría en aviones privados, empezando por el propio anfitrión, aunque en su caso el viaje es dentro del mismo país), la cumbre del clima de Naciones Unidas continúa hasta el próximo 12 de noviembre. Los equipos negociadores de cada delegación son los que toman ahora la batuta para las conversaciones más técnicas a fin de lograr avances. Y aquí es donde está la clave. ¿Quién va a marcar los goles extra que la humanidad necesita? O mejor aún, ¿qué opciones hay de ganar si los pichichis ni siquiera están en el campo?

Marta Montojo

Xi Jinping, mandatario del país más contaminante del mundo, no ha acudido a la COP26. Desde que comenzó la pandemia no ha salido de China. No obstante, mientras que en el G-20 de Roma sí participó por videoconferencia, la organización de la cumbre del clima de la ONU solo le ha permitido remitir un texto. Johnson, en cualquier caso, asegura que lo importante es que sí hay delegación China en Glasgow. Y, en este sentido, explica que las conversaciones de los próximos días se centraran en tratar de persuadir a Pekín para que avance en su compromiso de alcanzar punto máximo de emisiones antes de 2030. “Hay un mundo de diferencia entre alcanzar su punto máximo en 2030… y alcanzar su punto máximo en 2025. Ahí es donde mantenemos la presión”, afirma.

Sin embargo, paralelamente China está rechazando el enfoque de limitar el calentamiento global a 1,5 grados, asegurando que incluso los 2 grados también deben permanecer en discusión, pese a que los científicos hablan ya con estas cifras de “catástrofe”. Por otra parte, cabe preguntar a Johnson si los líderes de los países en desarrollo comparten su optimismo, en medio de afirmaciones de que “Occidente se enriqueció con estilos de vida lujosos”, mientras que ahora se les dice a ellos que no pueden hacer lo mismo. En 2009, los países ricos se comprometieron a recaudar 100.000 millones de dólares al año para ayudar a las naciones más pobres de cara a 2020, pero este objetivo aún no se ha cumplido y podría aplazarse hasta 2023. Las negociaciones sobre financiación comenzarán este miércoles, pero es una de las áreas donde se espera que la COP26 se quede coja.

Celia Maza. Glasgow

Y ahora vayamos a la letra pequeña de los grandes acuerdos alcanzados este martes. Por una parte, un centenar de países se ha comprometido no solo a frenar sino a revertir la deforestación y la degradación de la tierra en 2030. La propuesta lanzada por el propio Gobierno británico recoge el guante a la Declaración de Nueva York sobre los Bosques de 2014. El problema es que la declaración no es jurídicamente vinculante. No obstante, los países firmantes representan el 85% de los bosques del mundo y lo más destacado es que, en esta ocasión, incluye por primera vez a Brasil, China y Rusia, cuyos mandatarios no acudieron personalmente a Glasgow, pero sí han mandado delegación.

El acuerdo estará respaldado por al menos 19.200 millones de euros de financiación pública y privada en todo el mundo. En concreto, se destinarán 12.000 millones de dólares de fondos públicos que aportarán 12 países y 7.200 millones de financiación privada, según las estimaciones británicas, hasta 2025. Jeff Bezos, el magnate de Amazon, está contribuyendo con la mayor cantidad de financiación privada, al aportar casi 3.000 millones de dólares. El multimillonario se dedica a mandar a sus amigos al espacio por pura diversión sin más propósito que ir y volver en cuestión de minutos en medio de la particular carrera espacial que mantienen los ricos. Pero luego viene a la COP26 para hablar de reducir de emisiones, justicia ambiental y los méritos verdes de su fundación. Todo muy coherente.

El Confidencial

Mientras tanto, Un área de bosque del tamaño de 27 campos de fútbol se pierde cada minuto en todo el mundo, y la tasa de destrucción de la Amazonía brasileña este año alcanzó el nivel más alto en una década, con más de 10,000 kilómetros cuadrados talados en los 12 meses previos a este julio. Aproximadamente el 11 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero provienen de la deforestación y la pérdida de otros ecosistemas naturales.

El hecho de que Brasil se haya sumado al pacto supone, por tanto, un punto de inflexión. Sin embargo, Carolina Pasquali, de Greenpeace Brasil, se muestra escéptica. “Hay una muy buena razón por la que Bolsonaro [el presidente de Brasil] se sintió cómodo al firmar este nuevo acuerdo. Permite otra década de destrucción forestal y no es vinculante. Mientras tanto, el Amazonas ya está al borde y no puede sobrevivir 10 años más de deforestación”, recalcó.

T.F.

Por otra parte, en la segunda jornada política de la COP26, un centenar de países también firmó el Compromiso Global por el Metano, la iniciativa lanzada conjuntamente por EEUU y la Unión Europea el pasado mes de septiembre que busca reducir las emisiones de este potente gas de efecto invernadero en un 30% para 2030. Convencer a los mayores emisores —entre ellos, Rusia, China e India— habría sido una de las grandes victorias de esta COP26. Pero estos los tres protagonistas decidieron quedarse fuera.

Aunque tampoco es vinculante, el pacto es un gran paso porque, pese a ser menos conocido, el metano es culpable de un cuarto del calentamiento. Se trata de un gas mucho más potente que el CO₂. Atrapa más de 80 veces el calor que la misma cantidad de dióxido de carbono en los primeros 20 años desde que llega a la atmósfera. Sin embargo, se degrada mucho más rápido, por lo que actuar ahora para recortar sus emisiones puede ser crucial para contener el aumento de temperatura por debajo del umbral de 1,5 grados.

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