Por qué Rusia podría invadir Ucrania otra vez

En las últimas semanas, las advertencias sobre una inminente invasión rusa de Ucrania han suscitado un acalorado debate sobre cómo debe responder Occidente. La publicación de un artículo de Samuel Charap, en el que argumentaba que Ucrania debía aceptar la interpretación rusa del acuerdo de Minsk o enfrentarse a una guerra total, lo hizo del todo evidente. El dramatismo de las discusiones se vio incrementado por el boceto de una posible operación militar rusa contra Ucrania en enero, facilitado por el general de brigada Kyrylo Budanov, jefe adjunto del servicio de inteligencia militar de Ucrania. El plan esbozado describe el avance de 40 grupos tácticos de batallones rusos desde Crimea, el Donbás, Voronezh y Bielorrusia, una maniobra diseñada para conquistar todo el territorio ucraniano hasta el río Dniéper, incluida Kiev.

¿Dejará Ucrania de ser un Estado soberano —tras su rendición o conquista— el próximo año? La situación es más compleja que la descrita por algunos ‘think-tank’ de Washington. Hay mucha incertidumbre en los cálculos tanto de Rusia como de Occidente.

En primer lugar, este plan de invasión está en consonancia con la reciente acumulación de fuerzas a lo largo de la frontera ucraniana. Las fuerzas armadas rusas son perfectamente capaces de ejecutar una operación de este tipo. Y los dirigentes rusos están decididos a utilizar la fuerza militar para recuperar el control imperial sobre Kiev. Pero planificar, ensayar y prepararse para la guerra forma parte de la descripción del trabajo de los militares. Eso no significa necesariamente que Vladimir Putin vaya a seguir automáticamente los planes de guerra. Las amenazas militares, incluidas las nucleares, forman parte desde hace mucho tiempo del enfoque de Moscú de la diplomacia coercitiva. Occidente ya debería estar acostumbrado a ello.

Una invasión a gran escala sería ciertamente costosa para Moscú, no solo en términos de aislamiento internacional, sino también de pérdida de vidas y material. Desde 2014, los ucranianos han pagado un alto precio por su independencia, y la valoran. Sus fuerzas armadas han mejorado su preparación para el combate y su eficacia. En particular, las siete brigadas de asalto aéreo de Ucrania —con personal de carrera— son una fuerza a tener en cuenta. Y sus tropas mecanizadas han tenido un buen desempeño en los recientes enfrentamientos en el Donbás. La mayor parte de la infraestructura militar de Ucrania permanece en el oeste, un legado de la guerra fría. En consecuencia, incluso un rápido avance inicial ruso no superaría la mayor parte de esta infraestructura.

EFE

Por supuesto, hay lagunas en las capacidades de defensa aérea y de guerra electrónica ucranianas, que Rusia aprovecharía. Pero la invasión no conduciría a una victoria rápida como la que Rusia obtuvo en Georgia en 2008, o como la que podría haber obtenido sobre Ucrania en 2014. Esto daría a Occidente tiempo para reaccionar de la manera que eligiera, lo que, a su vez, haría que el resultado de la guerra fuera menos predecible y controlable para Rusia. Sin embargo, sólo cabe especular si Putin cree o no que existe una posibilidad creíble de reacción occidental contundente.

El factor Donbás

La otra opción citada a menudo en la prensa es una campaña de bombardeo estratégico. Al realizar ataques aéreos y de misiles concertados sobre Ucrania, Rusia podría evitar una sangrienta batalla terrestre. Como las defensas aéreas ucranianas se basan en sistemas de la era soviética, las fuerzas aeroespaciales rusas saben cómo detectarlas, interferirlas, suprimirlas y destruirlas. Pero una campaña de este tipo podría conllevar una larga lista de objetivos: Ucrania es un país grande que que cuenta con muchas instalaciones militares. La campaña aérea de la OTAN contra Serbia, una nación mucho más pequeña, duró casi tres meses. Y la historia está plagada de ejemplos de campañas de bombardeo estratégico que endurecieron la determinación de las tropas defensoras en lugar de erosionarla. Si una campaña aérea rusa contra Ucrania se prolongara, Occidente también tendría tiempo para reaccionar. Por lo tanto, es difícil predecir si una campaña de este tipo lograría los resultados deseados.

Lo más probable es que Rusia lance una ofensiva limitada desde el Donbás. Esto no alteraría fundamentalmente lo que está en juego en el conflicto —Moscú negaría estar involucrado en él, aunque todo el mundo supiera lo contrario. Como el objetivo de Rusia sería desestabilizar y perturbar en lugar de conquistar, la operación sería rápida. Esto indicaría a Kiev que no puede esconderse detrás de su ejército o del apoyo de Occidente: o Ucrania acepta las condiciones de Rusia o se arriesga a una nueva escalada. Y, si Occidente opusiera poca resistencia, Rusia siempre podría cambiar a una de las otras dos opciones descritas anteriormente para lograr sus objetivos. Por otra parte, si los resultados fueran adversos para las fuerzas respaldadas por Rusia, al Kremlin le resultaría relativamente fácil abandonar ese empeño sin perder credibilidad en casa.

Una acumulación masiva de fuerzas rusas a lo largo de la frontera ucraniana limita la capacidad de Ucrania para reaccionar ante una ofensiva local en el Donbás, lo que hace que dicha operación sea más predecible y controlable para el Kremlin. Las fuerzas ucranianas de respuesta rápida se dispersarían por todo el país para protegerse de una posible incursión desde otras direcciones, por lo que no podrían lanzarse a la batalla en el este. Con la línea del frente ucraniano expuesta, Moscú tendría mayor libertad de acción.

Gustav Gressel*

Por lo tanto, aunque el ejército ruso está haciendo serios preparativos para una guerra, no será necesariamente una guerra total. Muchos escenarios militares menores son posibles, incluso probables. Por lo tanto, Occidente no se enfrenta a una elección tajante entre abandonar Ucrania o arriesgarse a una guerra sin cuartel. Todavía tiene suficiente margen para influir en el cálculo de Moscú, pero esto requeriría también serios preparativos.

Rusia no se esconde

Rusia tiene un objetivo claro: debilitar tanto a Ucrania que le resulte relativamente fácil controlar la política del país. Moscú puede conseguirlo obligando a Kiev a aplicar el acuerdo de Minsk en sus términos —lo que establecería un veto ruso de facto sobre los asuntos internos ucranianos— e iniciando y explotando las revueltas antigubernamentales. De forma alternativa, Moscú podría presionar a Washington para que “entregue” a Ucrania mediante la firma de garantías de seguridad que favorezcan a Rusia. Estas garantías prohibirían a Ucrania no sólo entrar en la OTAN, sino también participar en cualquier forma de cooperación con Occidente que reforzara su resistencia. Esto acabaría obligando a Ucrania a volver a la esfera de influencia de Moscú.

Teniendo en cuenta todo esto, es posible que Kiev crea que puede luchar por la independencia ahora o verse obligada a hacerlo más adelante, en circunstancias probablemente más difíciles. Por lo tanto, desde el punto de vista de Kiev puede que valga la pena enfrentarse a un enemigo militarmente superior.

EFE

La ‘finlandización’ de Ucrania tendría graves efectos en la Unión Europea. Desde que Joseph Stalin impuso tratados de “amistad y cooperación” a Europa del Este, ningún país europeo se había enfrentado a restricciones tan duras en sus relaciones exteriores. Por aquel entonces, Finlandia era la única nación de la región que se libraba de la colonización de facto de la Unión Soviética, gracias a su fuerza militar, su férrea disciplina política y la cooperación entre partidos en materia de seguridad, atributos que Ucrania no tiene en la misma medida.

Si la estrategia coercitiva de Rusia funciona bien, no hay garantía de que se detenga con Ucrania. La actual alteración de la estructura de fuerzas de Rusia en su Distrito Militar Occidental está dirigida en parte contra la OTAN. Con la creciente cooperación militar chino-rusa, los imponderables de hoy pueden convertirse en las posibilidades de mañana. Los generales estadounidenses llevan mucho tiempo advirtiendo a los europeos de que, en las próximas décadas, Estados Unidos podría no estar en condiciones de proteger simultáneamente a sus aliados asiáticos y europeos contra la amenaza tanto de China como de Rusia.

Gustav Gressel*

Pero la sumisión de Ucrania al dominio ruso no es una conclusión inevitable. Para impedirlo, Occidente tendrá que alterar los cálculos de Putin sobre los costes y beneficios de una acción militar directa y hacer que el statu quo sea preferible a las consecuencias de una guerra. Estas consecuencias no deberían limitarse a las sanciones: incluso si las medidas fueran duras, Moscú probablemente las habría incluido en su valoración. Y si Rusia atacara, la OTAN tendría que realizar importantes cambios en su postura militar en el flanco oriental. Estos movimientos serían más creíbles si las fuerzas de la OTAN se desplegaran en Polonia, Eslovaquia o Rumanía, ya que pondrían de manifiesto la capacidad de reacción de la alianza ante cualquier acontecimiento. Putin, que está jugando a largo plazo, preferiría que estas tropas se alejaran de nuevo tras un despliegue de este tipo.

Sin embargo, muchos líderes europeos no parecen comprender la gravedad de la situación. Así lo demuestra la defensa del Nord Stream 2 en los cables alemanes filtrados recientemente a miembros del Congreso de Estados Unidos: Ucrania tiene una pistola en la cabeza, pero el gobierno alemán sólo parece preocupado por la supervivencia de su gasoducto. Berlín y París se resisten a una reacción más contundente de la OTAN, alegando el temor a que Rusia se sienta amenazada por un Estado ucraniano con capacidad militar que cuenta con el apoyo de la alianza. Este es justo el tipo de error de juicio que permite las agresiones militares rusas.

Por ahora, muchas naciones de Europa oriental y central pueden sentirse seguras al suponer que Washington las protegerá sometiendo a Moscú a presiones diplomáticas y militares. Pero no deben ser complacientes: si bien ciertos ‘think-tanks’ han defendido las concesiones a Rusia desde 2014, sus ideas han adquirido una nueva resonancia. Un Washington preocupado por contrarrestar a Pekín puede estar pronto dispuesto a convertir estos argumentos en políticas, no por su brillantez, sino por su conveniencia.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Gustav Gressel y titulado ‘Why Russia could invade Ukraine again’.

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