PSC, ERC y Junts recrudecen sus ataques y dejan en el aire la gobernabilidad tras el 12-M

La gobernabilidad en Cataluña tras las elecciones del 12 de mayo pasará porque se entiendan como mínimo al menos dos de los tres partidos que, según las encuestas, coparán las tres primeras posiciones: PSC, Junts y ERC. Si de algo ha servido este martes el debate electoral de TV3 y Catalunya Ràdio es para visualizar que esta gobernabilidad está en el aire porque estas tres formaciones recrudecen sus ataques y, por lo tanto, complican la posibilidad de un pacto tras los comicios.

El líder del PSC, Salvador Illa, ha buscado garantizarse el apoyo de ERC si resulta ganador, pero no lo ha logrado. El president de la Generalitat y candidato republicano, Pere Aragonès, ha mantenido la incógnita sobre su política de pactos y ha endurecido su tono hacia el PSC. Y el número tres de Junts, Josep Rull, en ausencia del cabeza de lista, Carles Puigdemont, tampoco ha dejado claro si su partido está dispuesto a apoyar a alguien si el expresident no tiene posibilidades de ser presidente. Todo abierto, ningún pacto claro y, por lo tanto, con posibilidades de bloqueo institucional.

En el inicio del debate Illa y Aragonès se han buscado enseguida. El formato planteado por TV3 lo permitía y no lo han dudado. El candidato socialista le ha reprochado la falta de “estabilidad” de la legislatura en Cataluña mientras Aragonès se apoyó en Junts y no en el PSC. A partir de aquí, sabedor de que es líder en los sondeos, se ha entregado a tratar de repeler los ataques del resto y a pedir apoyo a aquellos que quisieran abrir una “nueva etapa” tras “10 años perdidos” de procés. En definitiva, el voto útil de los que no quieran a un presidente independentista. También tuvo tiempo para un anuncio jugoso: si es president el que fuera mayor de los Mossos, Josep Lluís Trapero, volverá al frente de la policía catalana y también que la consellera de Interior será Núria Parlon.

Pero si los votos de ERC son decisivos para que Illa sea presidente, no está claro que los tenga. Aragonès sigue convencido de que puede renovar su mandato de president aunque no gane en votos y ha dedicado varias de sus intervenciones a criticar la mala gestión de los socialistas en el Gobierno, por ejemplo, con “el caos” de Rodalies o la financiación insuficiente que, según él, tiene la Generalitat. Al margen de las críticas, ha repetido más de una vez su itinerario para los catalanes si logra convencerles y que pasa por el referéndum, la financiación singular y el Estado del Bienestar.

El tercer actor en discordia, Junts, tampoco ha mostrado cuáles podrían ser sus cartas tras el 12-M. En 2021 ya vendió caros sus votos a la investidura Aragonès y, ahora mismo, las relaciones entre los dos partidos están rotas. Esto significa que, aunque eventualmente logre quedar por delante de ERC la noche electoral, el pacto con los republicanos no se puede dar por hecho. Como Junts ha estado en la oposición los dos últimos años, Rull ha dedicado una parte de criticar la “improvisación e indolencia” del Govern de ERC y ha pedido la confianza en Puigdemont. Sin embargo, no lo ha fiado todo a la independencia y también ha abogado por una nueva financiación.

Illa y la amnistía

Pero el debate no ha sido solo un duelo a tres. Los partidos que no cuentan con posibilidades de tener la presidencia, pero que pueden ser decisivos, han dedicado sus esfuerzos a captar voto fronterizo con otras formaciones. Algunos para ver confirmadas sus expectativas de crecimiento, otros, directamente, por sobrevivir. Por ejemplo, Cs, el PP y Vox han buscado pescar en el votante socialista descontento con que el PSC haya acabado avalando la amnistía que planteaba el independentismo. El candidato de Cs, Carlos Carrizosa, ha hablado de “traición”, Ignacio Garriga (Vox) ha acusado a Illa de ser “muleta” del independentismo y Alejandro Fernández ha recordado que el candidato socialista se oponía a la amnistía y cambió de parecer: “Usted ha mentido porque juró y perjuró que no daría apoyo”.

El alma izquierdista

En la configuración de mayorías también podrían ser decisivos los Comuns y la CUP. Los primeros se ha reivindicado como el alma izquierdista del próximo Govern. Es decir, la garantía de que un Illa presidente no acabe entregado a proyectos como el Hard Rock. Su candidata, Jéssica Albiach, ha pedido un papel relevante en el próximo ejecutivo para que se prioricen cuestiones como las políticas de vivienda o “poner en el centro una nueva cultura del agua”. También la CUP sabe que no tendrá la presidencia, pero que puede captar votantes tanto de Junts como de ERC. Así, Laia Estrada, ha buscado el apoyo del votante posconvergente que vea con preocupación los “macroproyectos” como el Hard Rock, y también de aquel votante independentista que no se sienta a gusto con la estrategia de negociación de ERC.

El debate ha abordado temas como la sequía y la cultura pero, con ocho candidatos en disputa, ha sido difícil pasar de los reproches cruzados entre todos. El último debate televisado de la campaña solo ha servido para constatar que, gane quien gane, Cataluña tendrá difícil investir a su próximo president. Porque el Parlament estará fragmentado y, porque, ahora mismo, pocos partidos enseñan sus cartas respecto a la política de pactos. No quieren arriesgarse a perder votantes a cinco días de la votación.

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