
Vuelvo a creer en el ser humano y en que no todo está perdido al observar la reacción de los venecianos contra el bodorrio recién consumado de Jeff Bezos. El refrán ‘la suerte de la fea, la guapa la desea’ explica perfectamente la saturación que sufren algunos lugares preciosos, invadidos por hordas de parejas que pagan lo que haga falta por darse el sí quiero con una postal de fondo. Vale la pena vender tu casa en el centro de Venecia e irte a vivir a un anodino polígono industrial de Turín para ahorrarte los esponsales de millonarios que cierran calles y plazas para su uso y el de sus famosos invitados. El parque temático nupcial, otra cansina vuelta de tuerca al turismo de lujo. Por si no había suficiente con las despedidas de solteros, ahora que vivan los novios. Ya hay amantes locales que no encuentran fecha para casarse en Mallorca, dada la demanda de extranjeros que se quieren unir sus destinos precisamente en la isla. “Mi sueño es llenar de cocodrilos los canales de Venecia”, decía con sorna la escritora norteamericana Donna Leon, que tras décadas viviendo en la ciudad tiró la toalla y buscó refugio en Suiza huyendo de los guiris. En Italia se ha quedado, por suerte, su comisario Guido Brunetti, a quien imagino sonriendo al ver a sus vecinos en pie de guerra contra el dueño de Amazon, su recauchutada esposa Lauren Sanchez y los tres días de esponsales organizados en honor a la segunda y tercera oportunidad de ambos. Un convite inolvidable cargado de romanticismo y guiños al cariño verdadero después de firmar un férreo acuerdo prematrimonial. “Queremos pedir perdón a Bezos, por supuesto que es bienvenido”, suplicó el alcalde conservador de la ciudad ante la movilización de boicot al desposorio, que calificó de minoritaria. Tal vez lo fuese, pero con sus pancartas: “Si puedes alquilar Venecia para tu boda, seguro que puedes pagar más impuestos”, o “No hay espacio para Bezos”, o más claro, “Bezos vete a la mierda”, y con sus proyecciones artísticas “FCK BZS” con láser sobre los palacios, los cabreados residentes consiguieron arrinconar el magno sarao de kardashians y dicaprios en un “lugar seguro” lejos de centro. Lució mucho, pero no tanto. Yankee go home, y llévate a tu novia.
Acostumbrados como estamos a desayunarnos cada mañana con una ocurrencia épica de Donald Trump, espero con impaciencia el día que anuncie la nacionalización de los casorios de alto copete de celebridades estadounidenses. Ataviado, por descontado, con una gorra en la que se lea “Hagamos nuestras bodas grandes de nuevo“. El presidente de la primera potencia mundial debería castigar con algún impuesto, o incluso exiliar, a los multimillonarios que se desposen en Grecia, en Ibiza o en la Provenza pudiendo hacerlo como toda la vida en Las Vegas o en los Hamptons. No sé que pintaba la hijísima Ivanka Trump comiéndose las perdices que sirvió el segundo hombre más rico del mundo en esa Unión Europea que se creó “para joder a Estados Unidos”, según cita textual del inquilino de la Casa Blanca. Un americano de verdad vota e intercambia votos en América. Las veces que haga falta, en el caso del propio Trump tres: dos en Nueva York y otra en Palm Beach. No se puede bendecir un matrimonio en un continente que “ha estado gorroneando” a los norteamericanos. Es necesario preservar también el imperio del amor del decadente influjo europeo.
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Enlace de origen : Yanqui, cásate en Las Vegas